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TIEMPO atrás dije, y algunos no me creyeron, que Andalucía está en una cuenta atrás para el pleno empleo técnico (…) estamos abocados pronto al pleno empleo". El libro de estilo de este periódico desaconseja empezar el artículo con comillas, por eso he puesto la comilla final enseguida, antes de que usted decidiera no seguir leyendo elucubraciones quizá causadas por una insolación; y pasara página. Estas afirmaciones datan del Día del Trabajo del mismísimo año pasado, y fueron hechas en un periódico de gran difusión por alguien tan acreditado para hablar de ese asunto como el propio consejero de Empleo de la Junta. De entrada debo decir que todo aquel que escribe, se compromete y arriesga y, sin ánimo de comparar rangos y pericias, diré que quien esto escribe ahora mismo se ha ruborizado en más de una ocasión al repasar artículos pasados en el pc: hay muchas inteligencias que no nos regalan sus opiniones, y así se mantienen a salvo entre marfil, el estudio profesional o la academia. En cualquier caso, en el ejemplo anterior, el riesgo era ya enorme en ese momento, y la fe en eliminar todo el paro posible de nuestra región era en cualquier caso, y como mínimo, un exceso de optimismo, que a día de hoy es directamente una quimera: la situación no va a mejorar en términos de empleo, precisamente, y no sabemos por cuánto tiempo. Ojalá alguien pudiera el año que viene echarme en cara esta aseveración.

Veamos otro ejemplo de doloroso patinazo: "La situación dista mucho de parecerse al final del ciclo inmobiliario (…) el mercado de la construcción está perdiendo fuelle; pero éste era el objetivo marcado por la política económica del Gobierno. Se trataba de inducir un aterrizaje suave para enfriar los precios (…) y procurar la lenta sustitución del ladrillo como motor de crecimiento por otros menos especulativos (…) los indicadores fundamentales del mercado real de la vivienda no avalan hoy por hoy el temor a un final brusco del auge del ladrillo". El editorial del periódico de mayor circulación del país opinaba de esta manera apenas un día antes de que el consejero Fernández publicara el análisis anterior: el 30 de abril de 2007, hace poco más de un año. Probablemente entonces las desavenencias por los canales más nuevos de televisión no empañaban aún el soporte editorial a la política del partido entonces -y ahora de nuevo- en el Gobierno. Todo bajo control y guiado por una política económica deliberada… pero no lo estaba y no era así.

Podemos recordar al hasta hace poco gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, y a otros (el Colegio de Economistas de Barcelona, por ejemplo) negando también la burbuja inmobiliaria. Hay quien a día de hoy sigue haciendo piruetas intelectuales para no bajarse del burro.

También la hemeroteca cuenta con advertencias tan valiosas como ignoradas: Bruselas o el FMI de Rato, en lo institucional. Pero también ese pepitogrillo llamado The Economist decía hace ya cinco años que la vivienda estaba sobrevalorada entre un 30 y un 50% en España, como media. Por cierto, sólo hace seis meses hablaba de un crecimiento del PIB tres veces menor que el oficial, y a día de hoy ya habla de recesión de la economía española. El papel del Gobierno podría haberse orientado más a advertir a los incautos ciudadanos que llegaron tarde al festín del ladrillo -y que están, perdonen la expresión, tragándose el marrón-, más que a negar que todo era sólido y controlado, y que nuestro pilar económico era más fiable que el de Zaragoza. Volente o nolente, nuestras autoridades hicieron el juego a quienes mejor información tenían y supieron retirarse a tiempo de la quema. Y, pensemos que en un ataque de levitación de marketing político, no ayudaron a muchas familias que han comprado demasiado caro, y van a pagar sostenidamente más caros sus créditos para invertir en ladrillo. Unos meses de triunfal gloria, unas elecciones por los pelos, y los demás, que arreen: ¿lo normal en política?

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