Alto y claro

josé Antonio / carrizosa

La Historia

LA Historia, así en mayúsculas y como ciencia, es un instrumento social insustituible porque ayuda, mediante la comprensión del pasado, a explicar el presente y a construir el futuro. El tópico dice que ignorarla conduce a repetir los errores. Como todos los tópicos, éste tiene una parte importante de verdad. Pero no sólo es eso: despreciar la Historia es menospreciar la experiencia, muchas veces el sacrificio, de las generaciones que nos precedieron. Eso, en cualquier sitio, es una irresponsabilidad grave. Pero en España, donde hasta antes de ayer estábamos a mandobles unos contra otros, es rayar en lo suicida. Hace cuarenta años, al final de una dictadura casposa y ya entonces anacrónica, un consenso nacional, que tenía como principal objetivo no repetir los tremendos errores de nuestra historia reciente, permitió que construyéramos un país en libertad en base a grandes acuerdos básicos que no anulaban, ni mucho menos, la confrontación de ideas y de programas.

Parece que ese espíritu de respetar unas normas básicas de convivencia para construir juntos el futuro está caducado o a punto de caducar. Por lo menos, hay un impulso para cargárselo. El problema no es que un individuo como Gabriel Rufián se suba a la tribuna de oradores del Congreso y allí destile en pocos minutos todo el odio, el sectarismo y la podredumbre que nos retrotrae a los peores episodios del parlamentarismo matón, de amenazas y desprecios de los últimos años de la II República, inmediatamente antes de la gran tragedia española del siglo XX. Lo grave es que empecemos a ver estas cosas como normales y sean jaleadas en algunos medios o en las redes sociales. Y lo que de verdad alarma es que los dislates de Rufián sean aplaudidos y respaldados por los que dicen representar la España que empuja desde la izquierda y en la que confían los jóvenes. Si la nueva izquierda es la de Iglesias y Errejón aplaudiendo el sábado en el Congreso al diputado de Esquerra Republicana, la derecha de siempre tiene motivos para alegrarse.

La Historia, en mayúsculas y como ciencia, enseña entre otras muchas cosas los caminos por los que no se debe transitar. Se exploraron antes y condujeron a resultados nefastos incluso para los que los proponían. Hay un sector de la política española, lo hay también de la opinión publicada sobre todo en redes sociales, que en su ignorancia quiere volver a donde sabemos, para nuestra desgracia, que ya hemos estado. Si dejamos que discursos como el de Rufián y sus aplaudidores se abran paso, estaremos cometiendo un error del que nos arrepentiremos.

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