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Luis Carlos Peris

Inconvenientes de la sinceridad

Una de las virtudes encomiables de José Antonio Bosch es la franqueza, pero a veces roza la inoportunidad

CONSIDERO procedente la gestión que José Antonio Bosch está realizando como accionista mayoritario del Real Betis Balompié según orden judicial. Es más, me admira la claridad y la sinceridad que emanan de todas sus apariciones públicas, pero no tengo más que disentir de él en la forma de analizar la situación de Beñat. Ha sido, como siempre, sincero, pero hay veces que la sinceridad riñe con la sensibilidad. Por ejemplo, si usted habla con un señor al que le falta una pierna decirle cojo es un acto de indudable sinceridad, pero no me negará que también entra de lleno en la grosería y en la falta de casi todo.

Le ha echado usted, en su sinceridad, un jarro de agua helada a la clientela que, en gran medida, sostiene al Betis. Esa clientela sabe que el futuro de Beñat como bético está harto complicado, pero no por eso ha de recalcársele que su futbolista favorito se irá más pronto que tarde. Y choca que tal alarde de sinceridad se produzca dentro del contexto de lo mal que se venden en el Betis los éxitos y esos logros que no consiguen eclipsar a las malas noticias. Tanto Bosch como Miguel Guillén han incidido últimamente en lo mal que publicita el club lo bueno para que, ipso facto, el hombre fuerte de la entidad salga a la palestra con una noticia tan negativa.

Que Beñat tiene un futuro más lucrativo fuera que dentro del Betis lo sabemos todos, pero también convendría decirle al señor Bosch que lo primero que necesita el club para sobrevivir es competir con armamento parecido al de sus rivales. El fútbol, no se olvide, es un estado de ánimo y las cosas funcionan mejor cuando, sin perder la cabeza, no va uno por esos campos de víctima propiciatoria. El Betis vive ahora un momento de bonanza porque la cuarta plaza es para disfrutarla y no para restregarle al aficionado que su futbolista mejor puede irse antes, incluso, de lo que se espera. Creo en José Antonio Bosch, pero no se le debe decir cojo al cojo; está muy feo.

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