ES una coincidencia que agudiza el dolor de la herida abierta. El cierre en Sevilla del Espacio Iniciarte, antigua iglesia de Santa Lucía, y la drástica reducción en la Consejería de Cultura del apoyo y difusión al arte contemporáneo de autores andaluces, han tenido lugar a la vez que la Fundación La Caixa y el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona han conveniado unir las 2.400 obras de sus colecciones de arte moderno. De creadores extranjeros, españoles y catalanes, que en eso no son catetos. Un patrimonio cuyo valor de mercado calculan en 160 millones de euros, y al que sacarán partido con exposiciones itinerantes, programas educativos, etcétera, dentro y fuera de España.

No sólo están a una distancia sideral en el manejo de dinero. Lo están sobre todo en criterio, en continuidad, en objetivos. Ambas colecciones comenzaron a formarse en 1985 y 1987. No eran un gasto, sino una inversión. Crear un patrimonio que a corto y a largo plazo da réditos culturales y monetarios.

Criterio, continuidad y apego a las culturas de ayer y de hoy es lo que falta en la política andaluza y sevillana. Quienes se escudan en la obligación de recortar presupuestos encubren que ni se implican en la creación cultural cuando hay más dinero, ni son parte de ella cuando hay que saber apoyarla con menos financiación. Sigue siendo un florero, un territorio que ocupar, un nicho de votos, un escenario del que hacer carrera personal. En la cultura, donde la gente está acostumbrada a apañarse con muy pocos medios y comprensiones (Banderas, Barenboim y Hoyos son otra galaxia), nadie los siente como uno de los nuestros. Cuando hablan, y, lo que es peor, cuando deciden, incurren en tópicos o en excentricidades, hacen el ridículo con su empanada de latiguillos y se gastan los cuartos de todos en los proyectos que creen más mediáticos y políticos.

No es verdad que el gran problema para apostar por Iniciarte sea la falta de dinero. Es el exceso de ignorancia. Y la endosan allí donde meten mano.