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Aestas alturas lo mejor que se puede decir de Juego de Tronos ya está dicho una y cien veces: si es posible alguna traducción audiovisual a la colosal obra literaria fantástica de George R.R. Martin no será mejor que ésta. Aunque, como dice más de un crítico, hay dos tipos de espectadores para esta serie, quienes no han leído los libros y consideran que se encuentran ante historia viva de la televisión, ante la mayor empresa jamás desarrollada por una cadena, y quienes lo han hecho y, pese a admitir el éxito de la adaptación, siguen echando en falta muchas cosas de los libros.

Sin embargo, tras temporada y media, la serie de la HBO ya se ha enfrentado a varios de los grandes desafíos que estaban en la mente de los fieles, qué digo fieles, fanáticos lectores de Martin y su saga Canción de Hielo y Fuego. El impresionante Muro fue uno de ellos. Luego llegaron los dragones. Y recientemente la sombra. Hasta se esperaba con la pistola cargada el examen como Tyrion, protagonista real de la obra, de Peter Dinklage, un actor solvente sin nada que demostrar y que se llevará muchos más premios por su interpretación.

Si hay otra cosa que distingue a los libros que edita en España Gigamesh es su enorme riqueza en personajes, la facilidad con la que Martin los introduce y enseguida ganan un lugar en el corazón de sus lectores. Habría que subrayar, claro, que con la misma facilidad los despeña, manteniendo así la tensión constante del lector/espectador.

Y la serie de Benioff y Weiss también ha sabido aprovecharse de esa gran cualidad, sin que se le vean costuras prácticamente por ningún lado. Estupendos, por ejemplo, Liam Cunnigham como ser Davos Seaworth, el contrabandista caballero de la cebolla, y el alemán políglota Tom Wlaschiha, que clava a la perfección el enigmático personaje de Jaqen H'ghar. Del casting original, aunque a muchos sigue sin convencernos demasiado Lena Headey como Cersei, hay que levantarse y aplaudir al joven Jack Gleeson, que logra componer a uno de los personajes más odiosos de la televisión actual, el rey Joffrey Baratheon.

Se sea o no lector de Canción de Hielo y Fuego -lo recomendable, desde luego, es serlo- la serie de la HBO es todo un acontecimiento, una exhibición de medios técnicos, presupuestarios y, sobre todo, de interpretaciones y guión.

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