La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Asunción es la aldea de los galos contra el turismo invasor
En 2021 tomó los hábitos de novicia, después de dejar su trabajo de empleada de banca. En 2022 le diagnosticaron un cáncer de pecho. Le dieron diez meses de vida y reaccionó como si le hubiera tocado la lotería. Garbiñe Galdós, monja tardía con nombre de tenista, guipuzcoana de Rentería, fallecía el 28 de abril de 2023. Una semana antes, se estrenó en toda España el documental Libres. La vida en los monasterios de clausura. La película, dirigida por Santos Blanco, está dedicada a ella.
La primera vez que oí hablar de Libres fue en la Cope. Hipólito Rincón mete recomendaciones cinematográficas durante la narración de los partidos. Dijo que había salido transformado después de verla. Como si lo que había visto y vivido hubiera sido más determinante que jugar en el Real Madrid, ser Pichichi con el Betis (se han cumplido cuarenta años de su gesta) o meterle cuatro goles a Bonello, el portero de Malta. En la película sale un fraile muy mayor, que camina a duras penas, que cuenta que en su vida anterior marcó cinco goles en un partido cuando era delantero centro. Uno más que Rincón a Malta.
La película empieza como un western de Walter Hill o Sam Peckinpah. Libres en clausura. La película no ha pasado por Cannes o Venecia, pero el boca a boca ha llenado las salas donde se proyecta. El día que fuimos a verla se oyeron aplausos al final. Mientras salían los títulos de crédito con la enumeración de los monasterios y conventos donde se ha rodado (Silos, Cardeña, las Huelgas…), se abría una puerta y se veía en la explanada frente al mosaico del estadio del Sevilla, ese fresco pintado por Santiago del Campo, un cuadro de Murillo: unos manteros africanos guardando sus cachivaches. En el documental formarían parte de “los últimos”, que son los primeros destinatarios del trabajo en silencio pero incansable, “esto es una batalla, una batalla campal”, dirá uno de los frailes, que se hace en estos recintos aparentemente herméticos, rodeados por ríos, valles y montañas. Una naturaleza feraz como símbolo del desierto.
Enriquece la variada extracción social, cultural o espiritual de los protagonistas de esta historia. Un pintor que vivía entre París y Nueva York, un prófugo del heavy metal, un feriante empedernido, con aires de Manolo Gómez Bur, que encontró en Oseiro, monasterio coruñés, la paz que muchos buscan en la India o el Nepal. Dice una de ellas que las religiosas y religiosos “somos inútiles, como las zonas verdes de las ciudades. ¿Qué hacen las zonas verdes, qué hacen los árboles? No hacen nada, pero sin ellas las ciudades se ahogarían”.
La familia de Dora Inés cruzó el Atlántico desde Colombia para verla tomar los hábitos como monja del monasterio cisterciense de San Clemente. Este plano no es de la película, es de la vida real. Del domingo último en un monasterio del siglo XIII donde están enterradas tres infantas, nietas del rey San Fernando. “Hay quien pensará que no hacéis nada, pero sois el pulmón y el corazón de la ciudad”, dijo en la homilía Francisco Ortiz, deán de la Catedral de Sevilla y párroco de Los Pajaritos, uno de los barrios más pobres de España. Siempre con los últimos.
También te puede interesar
Lo último