La Noria

Carlos Mármol

Llamando a las puertas del cielo

Las 'familias' del socialismo sevillano hacen votos en favor de la unidad tras la debacle electoral del 22-M pero con tácticas distintas: unos buscan un hueco en el núcleo del poder tras años de conflicto; otros, eliminar la resistencia

MÁS que con la vieja metáfora de la pax armada -esa situación de tensión silenciosa que a veces se vive entre los contrarios que tienen que cohabitar forzosamente dentro de un mismo círculo de poder- el comité provincial extraordinario que el viernes celebró el PSOE de Sevilla después de la reciente derrota electoral del 22-M pudiera resumirse como una especie de acto público de contrición. Mucha sinceridad tribal. En cierto sentido, una misa ecuménica. En otro, un ritual amargo.

La ceremonia tuvo algo de catarsis. Duró más de cuatro horas. Se produjeron casi treinta intervenciones ante la asamblea y, a pesar de los mensajes oficiales trasladados con urgencia al exterior -unos más interesados que otros, como casi siempre-, lo cierto y verdad es que el denominador común de tal puesta en escena (casi se diría puestaen abismo) fueron los sucesivos votos de unidad que todas las familias -a excepción de por un par de anécdotas expresionistas- hicieron en público tras tener que aceptar su parte de responsabilidad (diferente en cada caso) por el batacazo electoral.

¿Algo sorprendente? Sólo para quienes no dominen los mecanismos internos del PSOE sevillano. Ya se intuía: con la que está cayendo fuera no había más opción que cerrar filas (dentro de un orden, claro) e ir todos a una, aunque dejando claro cuáles son los motivos y los agravios de cada cual antes de tener que volver a asumir el sacrificio de apoyar (con la fe ciega de los viejos militantes) a una dirección política que tiene demasiados frentes abiertos (algunos mortales) al mismo tiempo.

Con unas elecciones generales en puertas (sobre todo si hay adelanto al mes de noviembre) y unas autonómicas que o bien serán el próximo otoño o bien en primavera -dependiendo de la tesis que finalmente se imponga en el seno de la dirección federal de Ferraz- los socialistas sevillanos no tenían otro sendero por donde tirar más que aparcar, momentáneamente, al menos, sus eternas cuitas internas para dedicarse por completo a afrontar su único problema inmediato: intentar salvar el Gobierno de la Junta de Andalucía y, en lo posible, minimizar el más que probable descalabro nacional, en relación al cual circulan encuestas más o menos fiables que otorgan a los socialistas algo menos de cien diputados. Lo nunca visto.

¿Quién va a insistir en sus propias aspiraciones de poder con este panorama tan negro? Nadie que sea medianamente inteligente. Al menos, de forma expresa. Por eso no resulta nada sorprendente que el sector crítico en Sevilla (Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, Evangelina Naranjo, Fran Fernández, entre otros nombres) hiciera intervenciones tempraneras y en tono conciliador, buscando enfatizar su apoyo, con más o menos matices, hacia la dirección provincial, a la que hasta ahora siempre han tratado de poner en cuestión. ¿Estamos ante un arrepentimiento repentino por los pecados pretéritos? No lo parece. Ni de lejos. Más bien la cosa tiene pinta de ser un movimiento interesado. Un simple cambio de táctica que buscaría tratar de seducir a un secretario provincial (José Antonio Viera) en horas bajas y necesitado de cuantos más apoyos externos, mejor. Una operación con otra lógica que pretende lograr ciertos réditos a corto plazo con la excusa de la unidad.

A Viera, según dicen, se le vio muy a la defensiva durante todo el comité provincial. Es lógico: la polémica de los ERE irregulares de Empleo sigue siendo una bomba latente bajo sus pies, el partido ha perdido la Alcaldía de Sevilla y los veinte puntos de distancia que separaban a PSOE y PP en la provincia se han reducido a apenas dos. No es para sacar pecho.

Conservar la Diputación Provincial no ha sido ninguna victoria egregia. Hablar de milagro es bastante más correcto. La vieja tesis política del presidente de la institución provincial, Fernando Rodríguez Villalobos, de que era imposible que se produjera una marea azul en la provincia de Sevilla es ya historia. Los muebles pueden haberse salvado al final de la inundación, pero están bastante mojados. Y la humedad, ya se sabe, no trae nada bueno.

Con independencia de los dos episodios protagonizados por Luis Ángel Hierro -que pidió una dimisión de la Ejecutiva a la argentina: "Que se vayan todos"- y Raúl Medinilla, secretario local de Bellavista, que sigue confundiendo su ombligo con la crisis mundial del socialismo -no fue el único que en su intervención usó ese tono Leire Pajín del evento planetario que se vivía el partido; cosa de la falta de lecturas, probablemente-, todos los demás pronunciamientos fueron en el sentido de apoyar a la dirección sin renunciar a recordar, con la vehemencia necesaria, los errores políticos que ésta ha cometido en los últimos meses. Claro que también hubo ciertos respaldos que sólo lo eran en lo aparente: Susana Díaz, la secretaria de Organización del PSOE andaluz, anterior mano derecha de Viera, fue (según el testimonio de varias fuentes) la única en todo el acto que mencionó expresamente los ERES irregulares de la Junta de Andalucía. Un detalle que muchos de los críticos evitaron no por lealtad a Viera, sino porque su objetivo era precisamente plantearle al jefe del PSOE en Sevilla la necesidad de recuperar la unidad de los militantes en los tiempos difíciles. Díaz, además, no se quedó al final del acto. Tras su intervención se fue. Hay quien interpreta su papel en este comité como una forma de no mostrar un respaldo total a Viera. Por lo que pudiera ocurrir en los próximos meses.

El único que se salió de la norma fue Celis. ¿No reclamó unidad en el PSOE? Pues sí. En esto hizo lo que correspondía. Cuestión distinta son los motivos: el delfín de Monteseirín -retirado ya del tablero de juego- hizo un diagnóstico de la situación que en líneas generales es idéntico al que hace la Ejecutiva provincial sobre la derrota. Estuvo autocrítico -en otros pronunciamientos públicos ha mantenido este mismo discurso, aunque dejando caer siempre que si el candidato a la Alcaldía hubiera sido él la debacle no se hubiera producido- y ofreció su apoyo a la dirección. Ni siquiera se mostró contrario a la idea de la Ejecutiva de segregar en asambleas más pequeñas algunas de las actuales agrupaciones del PSOE -reforma que dependería de un Congreso Federal que todavía no se ha celebrado; Sevilla no puede hacerlo en solitario- pero sí deslizó algunas cuestiones inquietantes para la Ejecutiva: primarias, listas abiertas y la vieja tesis de que hace falta una Ejecutiva Municipal diferente a la Provincial, algo de lo que Viera no quiere oír hablar desde hace cuatro años.

El plato fuerte llegó al final de su exposición: Celis reclamó que se le dé un sitio en la Ejecutiva, de la que fue excluido (tras haber sido vicesecretario en la dirección saliente) en el congreso provincial de 2008. Entonces su peso orgánico quedó de manifiesto: los críticos no alcanzaron siquiera los avales necesarios para dar la batalla a los oficialistas. Ahora la operación se llama ejecutiva de concentración. "Una solución de emergencia ante una situación crítica". ¿Tocaba ahora resucitar esta cuestión con la Junta al borde del precipicio? Los tiempos orgánicos están más que tasados. El congreso provincial no se celebrará hasta 2012. Será entonces cuando las distintas familias intentarán conseguir (a través de los votos) una cuota orgánica en la nueva dirección que represente su peso político. Eso es lo democrático. Todo lo demás son atajos. Hasta entonces unos seguirán llamando a las puertas del cielo mientras otros tratan de no ser desterrados al infierno. Cuestión de perspectiva.

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