EL Metro tiene truco. Su inauguración se ha revelado precipitada por interés político, bien que reconozcamos la pertinencia de aliviar las marabuntas de nuestras fiestas mayores. Su maquinaria técnica y humana ha vivido los ensayos generales con público de pago y multitudinario que, sin anestesia, recibe un servicio impropio. Y muchos sevillanos cabreados ante un tren llamado deseo de llegar a la Feria, ya han aguzado el ingenio para descubrir el truco que les permite meter pronto la cabeza en sus escasos vagones. Ir en dirección contraria para ser los primeros en el recorrido inverso que les lleve adonde quieren apearse. Es el teorema del Metro: lo más rápido para ir desde San Juan hasta Blas Infante es situarse en el andén rumbo a Mairena del Aljarafe. La distancia más larga entre dos puntos es la más corta en tiempo real. Einstein lo llamaría teoría de la relatividad y Mateo Alemán práctica de la picaresca. Cuestión de siglos.

Idéntica experiencia se ha vivido en Nervión. Lo más rápido era montarse rumbo a Montequinto, y apalancarse en los vagones para no bajarse y no pagar el plus de dos tramos. No es que fueran a coger sitio en la Feria de Dos Hermanas, que comienza el día 14, sino a la de Los Remedios, donde van a seguir conviviendo con ella sine díe. Al anunciar la congelación del recibo de la luz hasta 2012 para familias numerosas o con pocos recursos, el Gobierno confiesa con ese apagón tarifario que el túnel de la crisis no tiene fin durante toda la legislatura.

Tieso como las sevillanas del grupo Trianeando, el Ayuntamiento se va a abonar a la Feria con Metro. Antes que ampliar el número de casetas, tendrá que exigirle a Rosa Aguilar que amplíe el de trenes subterráneos. Y ésta habrá de inventarse un método para que los usuarios en la parada de cabecera no se encuentren con los vagones ocupados, como un tiovivo frustrante donde ya se pierda la brújula de qué es más moderno: ir hacia delante o hacia atrás. Sevilla cangrejera de la segunda modernización.