La ciudad y los días

carlos / colón

A Luis León

UNA ciudad es extraordinaria cuando es capaz de dar a hombres comunes un destino extraordinario. Luis León hubiera sido un tipo poco común allí donde hubiera vivido, porque carácter le sobra. Pero por nacer en Sevilla tuvo el destino extraordinario de ser el crucero de la cofradía de la Macarena -solo quién ha estado allí sabe lo que es ser el zapador que, tras las cuatro bocinas, abre el cauce por el que fluye el río morado y verde de la cofradía única entre todas las cofradías-; de ser el creador de la primera cuadrilla de hermanos que hizo historia con la Virgen de las Aguas; y de ser el primer capataz de las cuadrillas de hermanos de la Sagrada Entrada en Jerusalén, el Cristo del Amor, el Señor de la Sentencia y la Virgen de la Esperanza.

¡Qué gloria la tuya, Luis, dando a Sevilla la Gloria con el arte, la delicadeza, la emoción y la devoción que la Gloria exige! ¡Qué seriedad de capataz antiguo de terno negro ante la montaña de oro y fuego desde la que se derrama sobre el mundo todo el Amor de Cristo! ¡Qué alegría seria de macareno puro ante ese rompimiento de la gloria de Dios sobre la tierra al que en Sevilla llamamos Esperanza Macarena! ¡Qué latido de pasos sobre una rampa provocabas con tu voz! ¡Qué explosión de alegría llenaba la Basílica vacía, y la desbordaba, cuando dejabas caer por vez primera el Dragón! ¡Qué sana envidia por haber vivido lo que has vivido y haber visto lo que has visto! ¡Qué imperecedero agradecimiento por habernos dado lo que nos has dado!

Tras deplorar que desperdiciara su vida dedicándosela a Sevilla, Luis Cernuda cerró su retrato de José María Izquierdo con este quiebro magistral: "Después de todo, ¡quién sabe!... Durante sus horas de recogimiento silencioso, escuchando la música o en sus atardeceres junto al río, mientras se perdía así entre el ruido de los otros bajo el cielo nativo, tal vez gozó gloria más pura que ninguna". En tu caso, Luis, no hay quién sabe ni tal vez que valgan. Durante tus horas de recogimiento silencioso ante el Cristo del Amor y la Virgen de la Esperanza, escuchando las músicas de Gámez Laserna, Morales y Braña ante el palio perfecto de la Luz y la Gracia de Sevilla o en tus atardeceres de Domingo de Ramos junto al Amor y tus amaneceres de Viernes Santo a la vera de la Esperanza, has gozado, Luis, gloria más pura que ninguna. La de darle a Sevilla las dos únicas cosas que dan sentido a la vida: Amor y Esperanza.

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