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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La Macarena de Emilio Sáenz

Muchos y muy bien han fotografiado a la Esperanza Macarena. Pero nadie como Emilio Sáenz

Dentro de tres viernes, el 2 de abril, la mañana será una ausencia insoportable, un vacío que nada podrá colmar, un silencio intolerable por Feria, Relator, Parras, Escoberos, Resolana. ¿Qué puede sustituir su ausencia, llenar su vacío, evocar las músicas, rumores, oraciones, aclamaciones, roces de las caídas de palio sobre los varales, golpe del dragón, "¡cielo!"? ¡Qué poco tendrá que ver el silencio que caerá como una invisible losa esa mañana sobre esas calles, benditas porque son suyas, con el que cada mañana de Viernes Santo suscita cuando arría, tan breve en tiempo de reloj, tan largo en tiempo del corazón, el silencio más impresionante de Sevilla porque lo impone solo una cara que se crece hasta salirse del palio, eclipsar cuanto le rodea por espléndido que sea y callar el alegre bullicio para hablar de tú a tú a los suyos, solo la Esperanza y su devoto, uno a uno, como si no hubiera bulla, como si en ese momento Ella fuera toda para cada mirada, cada memoria, cada corazón. Ese es el instante en que sentimos los besos y los abrazos que a través de la Esperanza -mensajera de la eternidad, frontera su perfil perfecto entre la eternidad y el tiempo- nos dan quienes en este mundo ya no pueden dárnoslos. Nada puede sustituir esa plenitud, ese gozo, esa presencia. El único consuelo es la oración a una fotografía que nos la dé como la soñamos.

No se ha estudiado y valorado suficientemente el papel de la fotografía en la devoción personal, en la conversión de las casas en templos domésticos, en la vida que cobran los rostros de Dios y de su Madre al guardarse en la cartera junto a los de nuestros familiares más queridos como uno más de ellos. Cada imagen tiene su fotógrafo, el que ha sabido captar mejor su esencia, lo que representa para nosotros, la forma en que la sentimos, su verdad más absoluta. Así es la Esperanza de Emilio Sáenz. Mientras escribo tengo delante, como cada día, su valiente y definitiva fotografía del rostro de la Esperanza en formato rectangular, solo de los ojos a la barbilla. Literalmente se sale del marco. No sustituye su presencia. Pero me hace sentir lo más parecido a lo que siento cuando estoy ante Ella. Muchos y muy bien han fotografiado a la Macarena. Pero nadie como Emilio. Por eso es de justicia que sea a él a quien la hermandad le haya encargado la reinterpretación de una de las fotos históricas de la Esperanza. No podía ser a otro.

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