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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La Macarena y la dogaresa

Elija cada cual bajo qué manto prefiere guarecerse, en cuál de estas dos mujeres confía

Una regidora de escena maravillosamente indiscreta llamada Esperanza, conocedora de todos los secretos del gran teatro del mundo por ser la madre del Autor Soberano, me susurró una mañana de Viernes Santo lo que nos aguarda tras los negros telones de las bambalinas cuando salgamos de escena. Y la creí porque su cara son las últimas palabras del Credo -"creo en la resurrección de la carne y la vida eterna"- esculpidas; porque su aparecerse en esa irradiación de ella misma que es su paso es la Gaudium et spes sevillana -"Alegría y esperanza": ¿cabe constitución conciliar más Macarena?- escrita a puntadas de oro sobre terciopelo; porque es sabido que los ojos nunca mienten y la Esperanza habla de la comunión de los santos y de la vida eterna "haciendo lengua los ojos", como escribió Lope de Vega de quien mira con amor.

Se enfrentan en el cementerio de Sevilla -tan cerca una de otra que parecen desafiarse- dos formas de concebir la muerte. Las representan dos mujeres de bronce cubiertas por un manto. Una, melancólico símbolo del acabamiento total y el dominio absoluto de la muerte, es la dogaresa que cubre con su manto la tumba del pintor Villegas Cordero como si fuera el mascarón de proa de la barca de Caronte. La otra es la Macarena, llave de las puertas del Cielo y esperanza única de los mortales, que una gitana lleva en sus manos encabezando la comitiva que porta el féretro de Joselito.

Elija cada cual bajo qué manto prefiere guarecerse, en cuál de estas dos mujeres -la dogaresa o la Macarena- confía. El miedo, la pena, el sufrimiento y la soledad de los vivos que han perdido sus amores -más dura que la becqueriana de los muertos- son los poderosos argumentos de la dogaresa. La esperanza, la alegría y el amor fuerte como la muerte del tan macareno Cantar de los cantares -"las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos"- son los argumentos que la Macarena expone alto y, sobre todo, claro. Para que todos puedan sentirlos con la certeza de lo que se ve y se toca, como aquel personaje de Muñoz Seca que decía: "Donde se ponga la Virgen de la Macarena a eso del amanesé por la calle Arcásares… Me pego con mi padre si me dice que no hay Dio, porque la Macarena es la Madre de Dio… Pero del de aquí: ¡er nuestro!, no del que hay que desirle las cosas en latín pa que las entienda, el hijo de la Macarena, a la que se le habla como nosotros hablamos".

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