CALLE Feria, sobre las tres de la madrugada. La Esperanza refulge con el fuego que no consume. Como el de la zarza desde la que Dios habló a Moisés -"la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía"-, como el divino carro de fuego que arrebató a Elías, como el vestido resplandeciente del Señor en la Transfiguración, como las lenguas de fuego que se posaron sobre las cabezas de la Virgen y los apóstoles en Pentecostés, como la luz cuyo resplandor cegó a Pablo.

Es la "brisa que quema y no arde" de Juan Sierra. Y suena Aniversario macareno, y suena Cristo en la Alcazaba, y suena Como tú ninguna -admirado David Hurtado: has logrado poner la letanía de Rodríguez Buzón en música-, y suena Rocío, y la Esperanza vuela, tan poderosa su levantá, tan delicado su caminar, apenas asomando las caídas del palio entre los varales, fuerza resuelta en gracia, herencia de Luis León, como herencia suya y de Miguel Loreto es el asombroso e ingrávido levitar de la mole de la Sentencia.

"Como todos los mandamientos se resumen en dos, la Semana Santa se resume en Gran Poder y Macarena"

Y me arrastra, nos arrastra. Una multitud la sigue tras el Carmen de Salteras como se deben seguir los pasos (a ver si os quitáis de una vez de en medio, cangrejos invasores sin devoción, atletas que presumís de aguantar cuantas más chicotás mejor arrollando las orillas de los devotos que la aguardan a pie firme, la presidencia y los cirios verdes, que ni esto son los Sanfermines ni la Esperanza es un toro). Y me lleva, nos lleva, tras Ella, junto a Ella remontando por los costados sin molestar a nadie, Feria abajo, Correduría, Alameda, Trajano… Y la pude, la pudimos, dejar porque la volveríamos a ver antes de que rompiera el día, aún zarza ardiente, carro de fuego, resplandor transfigurado, luz cegadora que convierte.

Venía de ver salir al Señor. No hace falta decir más. Como todos los mandamientos se resumen en dos, la Semana Santa se resume en Gran Poder y Macarena. Tras el Señor, la Esperanza. Nadie lo ha expresado como el soleano Romero Murube: "Cuando la noche parece consumida en la más dura penitencia, surge de pronto, arrolladora, desbordada, cristalina, radiante entre sus luces temblorosas, riente, viva, humana y celestial a un tiempo, la Macarena; la gracia, la alegría, la flor de nuestra ciudad y la sonrisa de nuestra alma". Y también -¡ay!- la lágrima más pura que nuestra alma llora cuando la dejamos. Escribo 24 horas después de su entrada. Y no tengo consuelo.

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