AUTORITARIA, brillante y contundente la manera en que España ha refrendado su condición de campeón continental. Ocho partidos, ocho victorias, sólo dos goles encajados, unos números sólo al alcance de los auténticamente grandes. Paralelamente, la cruz de la moneda la representa una auténticamente grande que anda al pairo de cualquier viento y que no recuerda para nada sus glorias de toda la vida. Todo lo contrario que España, esa Argentina que tiene en peligro hasta entrar en Sudáfrica por la gatera de una repesca tras sus veleidades clasificatorias adobada con la guinda de su derrota en Asunción
Ni siquiera cuando lo cogieron con el pie cambiado en una redada de los de antinarcóticos bajó tanto la popularidad de Maradona en su Argentina del alma. El crédito que amasó gracias a su maña con el balón en los pies lo está dilapidando desde la jefatura de la albiceleste, con lo que se demuestra una vez más que haber sido un gran futbolista no garantiza la excelencia como entrenador. Se demostró con muchísimos grandes y se está demostrando, aunque no sorprendiendo, con Diego Maradona. No es lo mismo jugar que organizar un grupo y llevarlo por el camino del éxito. Lo primero lo da la Naturaleza y para lo otro hay que poner mucho por sí mismo.
No sé qué pasará en un país que tiene el fútbol como primer antidepresivo si su selección se queda fuera de Sudáfrica 2010. Por lo pronto, lo del 14 de octubre en el Centenario montevideano va a ser de órdago. A la clásica rivalidad entre albicelestes y charrúas habrá que añadir lo que se juegan ambos. Ese Uruguay-Argentina por un lugar al sol de la repesca será un duelo en el que no habrá prisioneros y el principal de todos puede ser Diego Armando Maradona, ese genio del fútbol que ha contribuido a demostrar que para llevar un equipo hay que aportar más ingredientes que el haber jugado maravillosamente al fútbol. A ver dónde termina el prestigio del Diego.
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