La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Mariló Montero triunfa y Los Morancos aguantan el injusto chaparrón

Mariló lo fue a secas, sin más apostillas, elegante en la noche chabacana, quizás para disgusto de la España que odia

Mariló Montero en la pasada Nochevieja

Mariló Montero en la pasada Nochevieja / (Madrid)

La España que odia madruga todos los días salvo el primero de enero. Esa mañana remolonea en el catre porque se acuesta tarde para no perderse la oferta de televisión a la hora de las campanadas. Este año han llamado la atención tres aspectos. El triunfo apabullante de Mariló Montero en las formas y en el fondo. Se vistió con una elegancia indiscutible en una noche chabacana por excelencia. Y demostró manejar el concepto de televisión de entretenimiento sin dejar de ser la de siempre. No se puede decir lo mismo de tal Risto Mejide, que hace tiempo que su personaje se agotó. Eso de explotar el malditismo tiene un problema: la caducidad es prematura si no es auténtica. Ahora está de moda un perfil de tertuliano que ejerce ese papel de verso suelto impostado, inadaptado social y esa pose pseudo-revolucionaria que consiste en sentarse repanchigado y llevar los picos de la camisa por fuera. Suelen ser niños de papá de una estética desaliñada que exige horas de espejo. Creen que durarán mucho, pero en este país solo permanecen la Iglesia, El Corte Inglés e Informe Semanal. Todos los demás somos perecederos.

Estos eternos adolescentes como Risto y sus sucedáneos pretenden seguir colando su producto en los lineales de la audiencia. El segundo aspecto fue la evidente chabacanería de la señora Pedroche, que definitivamente se ha venido abajo. Fue una broma de mal gusto, una falta de respeto cometida contra ella misma. Tal vez sea la representante perfecta de una parte de la sociedad de hoy y, por lo tanto, siga teniendo su público. No hizo ninguna gracia. Y el tercero fue el linchamiento al que están sometiendo a los Morancos en las redes sociales. A veces uno piensa si en España está en juego la libertad de expresión. Sabemos que este país no admite matices en ciertos asuntos, que se ejerce una presión extraordinaria contra quienes osan no cultivar un pensamiento lanar y de carril, que las redes sociales son la puerta trasera de un retrete, pero creíamos (ingenuamente) que manteníamos cierto sentido del humor, ese lubricante de las relaciones sociales, ese asidero firme de la existencia, esa vitamina para el día a día.

No conozco a los Morancos más que de la televisión, pero tengo claro que no merecen ser introducidos en la trituradora del odio. Nos han hecho reír siempre y durante mucho tiempo. Cuanto se dice de los Morancos, a quienes se ha reprochado hasta el saludo a la Guardia Civil, solo confirma que en España harán falta muchos cotizantes para pagar las pensiones... y muchos psiquiatras. Mariló triunfó. Más que nunca fue simplemente Mariló. Y los Morancos torearon con su estilo. Merecen un respeto y un aplauso.

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