el poliedro

José / Ignacio Rufino

Montoro, como Sting, te observa

Viajes, balnearios, colegios privados, inversiones en Bolsa o coches de alta gama serán vigilados por el gran ojo fiscal

D OS canciones deliciosas se han visto contaminadas de política fiscal esta semana en mi cabeza. En un regate feo, mis neuronas han vinculado a Montoro a la conocidísima Every breathe you take de Police, cuando dice: "Cada vez que respires, cada movimiento que hagas (…), cada palabra que digas, cada vez que juegues, te estaré observando (…). Pero ¿no te das cuenta de que me perteneces?". Hacienda, de toda la vida -bueno, desde hace unos cuarenta años en los que existe alguna cultura tributaria en este país-, nos ha estado observando en nuestros movimientos salariales, patrimoniales, inversores, ahorradores, consumidores. Hasta ahí, nada nuevo. Lo nuevo es que la Hacienda de Montoro -cuya apariencia no es la de Sting, es cierto- pretende observar todos nuestros movimientos en internet y en las redes sociales para detectar defraudadores. Exacción Fiscal por Indicios (EFI), podríamos llamar a la nueva vuelta de tuerca del Gobierno de un país que, descapitalizado por el salvamento de unas cajas de ahorro mal llevadas y demasiadas veces violadas por la corrupción, endilgó a asalariados y consumidores el pufo del colosal préstamo exterior que el Estado solicitó para no dejar caer a las entidades y así salvar a sus accionistas y acreedores. Más allá de impuestos directos e indirectos, ahora la Agencia Tributaria va a investigar nuestro tren de vida por síntomas que no rezan en epígrafes del IRPF o Patrimonio. Y qué mejor sitio que la meca del postureo actual, o sea, las redes sociales.

La segunda canción cuya sublime melodía he prostituido esta semana es un estándar de jazz de 1938, que cantó, plumoso, Liberace o, con dulce desgarro, Billie Holiday. En I'll be seeing you ("Te estaré viendo"), podemos ver proféticos versos sobre cómo el gran ojo tributario está decidido a verte "en todos los viejos sitios de siempre, en aquella cafetería, en el parque junto al camino, el tiovivo, en los castaños, en la fuente de los deseos, en cualquier precioso día de verano, en todo lo que es leve y alegre". Llámenme paranoico, pero si esta letra no anticipa el álbum fotográfico sin defectos que es Facebook, donde todo viaje queda registrado, se pague con tarjeta o se propicie por una incómoda presión de dinero negro en el bolsillo: tiovivo por Eurodisney, parque por Trocadero, castaños por Yellowstone, verano por Formentera, fuente de los deseos por Fontana di Trevi, leve y alegre como un casino de Las Vegas. Y ahí te va Montoro -que tampoco se parece a Liberace, en este caso para su suerte-, que se frota las manitas musitando, ladino: "¿Cómo tus bares [clínicas, peluquerías, asesoramientos] agrupados en una sociedad limitada o un autónomo dan pérdidas de nuevo, y tú venga Nueva York, venga Roma, venga Rocío, venga Camboya, con toda la familia a cuestas y sin que falte de nada, que aquí están las pruebas de tu rutilante rumbo viajero y consumidor, con gran despliegue gráfico, además? Te estoy observando... y lo sabes.

Esta innovación fiscal estaba ya inventada, cómo no, por los italianos. Hace ya tres años instauraron el redditometro o rentómetro, que viene a funcionar así: Hacienda cruza los datos de tus gastos reales y los de tu renta declarada. En caso de que las diferencias entre ambos superen el 20%, paquete por vía ejecutiva. El rentómetro contempla diversos tipos de gasto: vivienda, medios de transporte, seguros, formación, actividades deportivas y de ocio y cuidado personal, inversiones inmobiliarias y en bolsa. Los propietarios de barcos, como Correa/Gürtel, serán mirados con lupa, así como los buenos coches (en Italia cayeron las ventas de Masserati y Ferrari un 50% en un año). También los viajes, las estancia en balnearios y tener a los hijos en la enseñanza privada. La fama tenía un precio. La fullerilla de Facebook, también.

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