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Julián Aguilar garcía

Abogado

Un Museo del Prado en Sevilla

La idea de una sucursal del Prado en Sevilla es de Luis Felipe Campuzano, pero me la apropio

En los últimos años, bastantes ya, se está produciendo un fenómeno para mí interesante: el de la deslocalización museística, si me permiten que del lenguaje empresarial lleve tal palabro al mundo de la cultura. Aunque, en realidad, en parte, no salgo de lo económico. Simplemente sustituyo fábricas de coches por salas con cuadros. En ambos casos hay producto, marca, comercialización, medios, clientes. Y en ambos se requiere iniciativa privada y voluntad política si se quiere que un proyecto funcione.

Hay sucursales del Guggenheim en Venecia y Bilbao, donde, más que contribuir, ha generado un cambio estético, económico y vital en la sociedad. Hay planes para otra en Abu Dhabi. El Louvre, creo que el Museo más visitado del mundo en 2018, tiene satélites en Lens y en la isla de Saadiyat en Abu Dhabi. Algo similar cabe predicar del Hermitage, del Pompidou y de tantos otros.

Con perspectiva inversa, desde las ciudades y no desde los museos, entre nosotros Bilbao y Málaga son dos ejemplos notabilísimos del extraordinario influjo que el turismo cultural (serio y profundo o epidérmico y masivo) puede ejercer en la vida de una ciudad, desde su urbanismo a su economía, concluyendo en la reputación internacional y aun en el estado de ánimo (por el bolsillo y el espíritu se llega a la alegría) de los indígenas.

¿Y Sevilla? ¿Y El Prado? Ni nuestra ciudad aloja una rama de ningún museo que sea referente en el imaginario del humano medio, ni El Prado tiene sucursal en ninguna ciudad a la que poder mostrar una nutrida e inevitablemente valiosa representación de sus pelágicos fondos, de importancia "menor" como para ser exhibidos en el museo madrileño, pero de suficiente relevancia mundial como para concitar la atracción en cualquier otra ciudad. Miles y miles de piezas ocultas en sus almacenes o dispersas por decenas, no sé si centenas, de organismos, embajadas, ministerios, museos menores, edificios varios. Cierto que Sevilla ya tiene un fantástico Museo de Bellas Artes y el Hospital de la Caridad, entre otros, y tal vez le falta algo más contemporáneo, pero los gustos de nuestra ciudad, hoy por hoy, son los que son, y a nadie le amarga un Prado.

La idea no es mía, debo reconocer. Me la comentaba recientemente Luis Felipe Campuzano, que entre otras facetas vitales y profesionales es Director General de Fundación Alterna, novelista y aficionado al Dry Martini, por orden creciente de méritos. Pero me la apropio.

Por desgracia, no ha sido el único en tener tal idea. También desde Barcelona alguien ha propuesto la creación allí de una sucursal del Prado. Sería preocupante por distintas razones y no quiero entrar aquí en política porque contribuiría a la alarmante división a la que desde Zapatero en adelante nos están conduciendo en España. Pero la historia ya sabe de arriesgar los cuadros del Prado. Y no conviene repetirla. Así que alguien, desde Sevilla, debería anticiparse.

Que no pase como con la colección de la baronesa Thyssen, entre otras oportunidades perdidas.

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