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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Somos NY con capirotes

LA Habana es Cádiz con más negritos y la Sevilla previa a la Semana Santa parece Nueva York con más pregones y capirotes. Hoy tiene lugar en el Lope de Vega el estreno absoluto de La mujer del mal, de la fallecida Susan Sontag, en un montaje de Robert Wilson (el número uno mundial de la dirección de escena) y con vestuario de Armani. Hay que indagar si Wilson, que conoce la ciudad por sus tres estancias anteriores (la primera nada menos que con Tom Waits), ha quedado ya a tomar copas con Jim Jarmusch y Bill Murray, que ruedan la película Los límites del control. Los posmodernos hispalenses aguardan, expectantes, para seguir sus pasos.

En dos cabezas bien amuebladas como las de Wilson y Jarmusch, cualquier asociación de ideas es posible si transitan por una ciudad que vive entre los preparativos de la madre de todas las pasiones cofrades y una agenda cultural entre El Greco y el hip-hop. Cuando estos artistas siempre vestidos de negro se tropiecen con las colas en los besamanos y con las cofradías de vísperas, seguro que se les ocurre el argumento de una función que no es la del Valle, de un papelón que no es el de pescao frito en el Arenal, y de una banda sonora que no es la de las Tres Caídas.

Como se encuentren a Patriche Chéreau, que paga el IBI en Sevilla, y les haga de cicerone por los meandros de la bulla, esto va a ser Broadway. El próximo pregonero, que lo tiene muy difícil porque Burgos es punto y aparte, tendrá que incluirles en su exhortación. Si ya han entrado en Campana, negro sobre blanco y a compás, los canis, los grifotas, los lingotazos de tinto y los pavías de bacalao, el brigada Rafael y El Penitente, no pueden excluir la mirada endógena o exógena de los raperos de Pino Montano y de las ovejas descarriadas del Tío Sam.

Sevilla no es tan cheli como el Madrid de Umbral ni tan After hours como el Nueva York de Scorsese. Pero a su modo tiene ramalazos. Y en los pregones ya se parece a la realidad: un totum revolutuum.

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