Azul Klein

Charo Ramos

chramos@grupojoly.com

Naranjo amargo

Los japoneses promueven el baño de bosques pero aquí en Sevilla se rompen árboles cargados de azahar

El Parque de San Jerónimo y el Parque del Alamillo están conectados desde 2011 por una pasarela peatonal de 224 metros que en estos días que anticipan la primavera se convierte en un mirador espléndido para avistar fochas, patos y otras aves acuáticas que nidifican aquí y le dan un carácter de reserva natural al final de la dársena del Guadalquivir.

La llegada del buen tiempo y las restricciones a la movilidad social han devuelto el bullicio a estas márgenes del río donde las abejas liban el jugo de las flores rosáceas de los árboles y se afanan, con su inestable cargamento de polen, en las tareas que darán lugar a la preciada miel. En los huertos de San Jerónimo, las ovejas churras lebrijanas han sido reemplazadas en el ecopastoreo por cabras que posan sin pudor ante los móviles que les extienden los niños aunque el macho cabrío rehúye los focos y se muestra hostil y esquivo a los entusiasmos familiares.

Ahora que el estrés y la fatiga pandémica están a la orden del día, y que hacer ejercicio es tan necesario para mantener la forma física como la calma y el equilibrio mental, los parques se han vuelto espacios medicinales cuya flora y fauna constituyen un regalo que no siempre se valora cuidándolo como se merece. Hace ya varias décadas que los japoneses han convertido el baño de bosques (shinrin-yoku) en una técnica antiestrés tan beneficiosa que hasta se ha incorporado a los planes nacionales de salud. No se trata de abrazar los árboles, sino que basta con tocarlos con las palmas de las manos bien abiertas y respirar hondo para captar sus beneficios positivos, relajarnos y conectar con la naturaleza.

Estoy segura de que las propiedades terapéuticas de la flor del azahar también serán prescritas algún día y se pondrán de moda, es cuestión de tiempo como ya ocurriera con la lavanda provenzal, y por eso me cuesta tanto entender cómo este fin de semana unos vándalos han roto de cuajo uno de los elegantes naranjos que ornamentaban el paseo que desemboca en el Huevo de Colón. De la colosal estatua de bronce parten dos filas de naranjos, originalmente debieron ser cuarenta a la izquierda y otros cuarenta en el lado de la derecha, aunque hay unos cuantos alcorques vacíos en ambas hileras desde hace tiempo. Este domingo, el naranjo violentado yacía moribundo a la vista de todos en el parque de San Jerónimo hasta que el lunes fue retirado por los jardineros, que perimetraron la zona como si se hubiera levantado un cadáver. Muy cerca había otro árbol con el tronco quebrado pero era el naranjo, símbolo de Sevilla y de las mermeladas amargas más sabrosas del mundo, el que simbolizaba que el mal nunca deja de acechar y que ante él hacen falta mucho más que buenas palabras.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios