Oposición y posición

Oposición leal o posición gubernamental, ésa es la cuestión hamletiana de los partidos pequeños

La prueba de que Hamlet no iba para político es que, a pesar de ser príncipe o precisamente por eso, se preguntó: "Ser o no ser, ésta es la cuestión". Un político puro se hubiese preguntado: "Poder o no poder, ¿hay otra cuestión?" Se está viendo con los pactos de Gobierno. Ni Pablo Iglesias ni Pedro Sánchez parecen dispuestos a cederse un ápice y ni uno da el ministerio ni el otro apoyará sin él. El duelo puede acabar en las urnas. La única diputada de Podemos en La Rioja ha sacado tarjeta roja al socialismo sin concesiones. Avisando.

En la otra banda del campo de juego, Santiago Abascal ha reconocido ya que Vox no aspira a ningún puesto de responsabilidad y que su sitio será la leal oposición. No sé si es convencimiento o con vencimiento. A la vista de que no le iban a permitir coger cuota, ¿es mejor (la zorra y las uvas) decir que no se quiere nada?

Desde luego, tiene razón Abascal en que, desde la leal oposición, cuando tus votos son necesarios para sacar leyes y presupuestos, puede hacerse bastante. Véase Andalucía. Y desde luego, tiene razón Pablo Iglesias en que conviene mucho al partido que sea tener subarrendada una parcela de poder, porque eso implica agenda repleta de encuentros sectoriales, presencia en la sociedad civil, reparto de responsabilidades, control del socio, aplicación efectiva del programa propio, manejo de presupuesto, actuaciones públicas de las que presumir, etc.

La prueba del algodón quizá sea Ciudadanos, que mantuvo una estrategia de no entrar en las instituciones a la que ha dado la vuelta como un calcetín. Se han percatado de que la leal oposición es un lugar donde trabajar duramente… para que los aciertos se los apunten los gestores y que compensa posicionarse en la administración.

Para la sociedad en su conjunto y para las ideas y programas que uno defiende parece mejor facilitar gobiernos afines e influir en ellos desde fuera y de una forma más abarcadora, marcando todas las políticas y no sólo aquellas de la cartera conseguida. Para el partido y su política electoral parece mejor ocupar el poder que proporcionalmente toque. Si hay alguna duda sobre eso, obsérvese la firmeza desesperada con que se defiende un Pablo Iglesias que sabe que su partido arrastra una crisis existencial. Quizá la facilidad con que Abascal y los suyos han renunciado a cualquier cargo se deba, al contrario, en la fe que tienen en su mensaje a medio plazo.

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