La ventana

Luis Carlos Peris

Pamplona, una cita con el ruido y con la pasta

FIESTA en estado puro, sin exclusiones, ni clasistas ni de ningún otro tipo, todo el mundo al unísono, no cabe un receso, a tumba abierta mientras duren los sanfermines, esa fiesta que hizo universal a Pamplona gracias a la pluma de Ernest Hemingway y a su pasión por el Niño de la Palma y por su hijo Antonio treinta años después. Y todo en torno al toro, con esos multitudinarios encierros matinales y la ruidosa corrida por la tarde. En el circuito hay cuestiones que no se discuten, pues si en Las Ventas prevalece el rigor, en Sevilla el rito y en Bilbao la seriedad, Pamplona es fiesta y ruido, pero con un toro tan serio como el que sale en esas tres plazas citadas. Sin embargo, muchos nos hemos preguntado infinidad de veces, cómo los toreros van a esa cita con el ruido y el desorden para ponerse delante de un barbas. La respuesta es que por dinero baila el perro y más baila el torero cuando le pagan como pagan en Pamplona.

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