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Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Cuando Patino nos hizo llorar

Nadie que lo viviera ha podido olvidar la emoción del estreno de 'Canciones para después de una guerra'

El 8 de agosto de 1976 la prensa informaba: "Ha sido autorizada por el Ministerio de Información y Turismo la proyección de la película Canciones para después de una guerra de Basilio Martín Patino. Había sido prohibida a lo largo del mandato de seis ministros de Información y Turismo". La aprobó Reguera Guajardo, nombrado por Suárez un mes antes, cuando el Rey le encargó formar Gobierno. Empezaba la Transición. En Sevilla se estrenó el jueves 23 de septiembre en el Emperador. Anunciaba una gacetilla en ABC: "La odisea de la posguerra vista por Martín Patino. Celia Gámez cantaba Ya hemos pasao. Colas con la cartilla de racionamiento bien sujeta. En la pantalla, Raza,Locura de amor, Alba de América, Agustina de Aragón. Y, cada semana, el No-Do. Los coches, con gasógeno. El estraperlo. En la radio, los estribillos de moda. En los ruedos, Manolete, y en el interior de cada español, ¿quién sabe lo que pasaba?". En ese interior estaba la clave de la película.

Los sevillanos cinéfilos ya conocían a Martín Patino. El 25 de abril de 1967 se había estrenado Nueve cartas a Berta en el Coliseo. Un año más tarde, el 7 de marzo de 1968, Antonio Burgos hacía en ABC la crónica del rodaje en las calles de Sevilla de Rinconete y cortadillo, entrevistando "al joven realizador Basilio Patino". El 23 de diciembre de 1969 se estrenaba en el Andalucía -entonces sala de Arte y Ensayo, hoy bingo: o tempora, o mores- Del amor y otras soledades. Pero nada pudo compararse al impacto de Canciones para después de una guerra.

Allí estuve, aquel 23 de septiembre del 76, en el primer pase. La enorme sala estaba llena hasta la primera fila. Había progres y había fachas. Había melenas y había bigotitos imperiales. Había quien iba a indignarse y quien iba a regodearse. Empezó. Sonó el Cara al sol a todo volumen y después el Hemos pasao sobre escenas de la guerra y del triunfo de los nacionales. Sobrecogimiento. Para cuando sobre el fondo de La bien pagá de Miguel de Molina llegaron las escenas del hambre, las colas para las cocinas benéficas del Auxilio Social, los hombres humillados cobijando a sus hijos bajo una manta, los niños mendigos, el regreso de los niños de la guerra recibidos con besos y abrazos desesperados, todo el mundo lloraba lágrimas iguales y distintas. 40 años después sigue emocionando. Ese fue el milagro que obró el genio compasivo de Martín Patino, a quien hoy despedimos con cariño y gratitud.

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