CARLOS Sobera calienta banquillo en Antena 3, a la espera de proyectos, y por lo pronto despedirá el año en la Puerta del Sol para la cadena para la que ha animado tantos concursos. Estará al lado de Cristina Pedroche. La chica de Zapeando cambia de canal en Atresmedia para contar las uvas y, suponemos, que no reincidirá en transparencias y ropa interior negra para dar la bienvenida a 2016 porque ya entonces se ha disipado el efecto sorpresa.

Si no hubiera sido por la metedura de pata de Canal Sur (recordamos: doce meses después aún nadie ha informado al pueblo andaluz qué pasó en aquel control, y después en la Junta presumen de transparencia), todos los comentarios del 1 de enero se hubieran centrado en las turgencias de la vallecana, sueño de tantos adolescentes e incluso de sus padres. Pedroche avivó su gloria televisiva por su fresca osadía y entre ella y su programa recordaron la anécdota cada vez que pudieron aunque la colaboradora se quejaba de que la trataran a menudo como un jarrón. A ver si se aclara, como su marido, el chef David Muñoz, que un día habla de todo y al siguiente se molesta con los periodistas porque le preguntan por su vida.

Los que defienden a Pedroche insisten en que tiene dos carreras, otro de esos datos que se recuerdan en cada oportunidad, pero tratándose de los personajes televisivos la cualificación académica no es tan decisiva (que es la palabra de moda).

Cristina no contribuyó nada en especial a un Pekín express que pasó de largo por Antena 3 y sin los chistes de siempre sus risotadas en Zapeando rechinan cada vez más a los oídos. Pedroche llegó a las Tonterías como una chica simpática y estupenda, aprendía rápido pero ha sufrido sobreexposición y rutina. Frente a sus actuales compañeras de mesa, Cristina aporta cada vez menos y sobre todo aporta cada vez menos vis cómica, que ese era realmente su tesoro, por encima de las transparencias. Entre ella y Atresmedia deberían examinar un nuevo plan de futuro.