NOS hemos acostumbrado a vivir a 22º C y no hay quien nos saque de ahí. Pero no sólo ambientalmente, sobre todo vital y mentalmente. Y eso significa vivir el "ni frío ni calor", el "mejor malo conocido", el "virgencita, virgencita…" o el "crezcamos pero con recortes ". Rasgos de una tendencia a la homeotermia que nos aleja del mundo, y de nuestro futuro.

Podemos aprovechar los rescoldos del congreso socialista para hacer un paseo a 22ª C de la mano de algún delegado onubense, ficticio. El viernes probablemente miraría nuestro fresco invierno desde la ventana de su televisor, con sorpresa, pertrechado con estufas y mantas ante la sobre-información blanca que le estaba abrumando. Y el sábado en coche a Sevilla, con la calefacción a tope, a elegir curiosamente entre ni frío ni calor, sin ideas ardientes ni heladoras en el horizonte, precedido además de algún acuerdo calentito de salón para decidir el sentido del voto. Y hoy recogiendo los bártulos y de vuelta a casa, quizás arrepentido o quizás tranquilo, pero con una queja pregonada de fondo: ¡Con la que está cayendo! ¿No había nadie más ahí fuera pasando frío? Y, por desgracia, esta homeotermia mental está presente en la mayoría de las instituciones y ciudadanos llamados a sacarnos de esta crisis trazada por los especuladores y, quizás, en la mayoría de nosotros mismos. Por eso calan todas esas propuestas hechas a esa temperatura, propuestas sin radicalidad y con la rémora constante de paro, pobreza y fascismos crecientes. El mensaje surtido de apretones presupuestarios, fomento del empleo juvenil pero con recortes presupuestarios, o el "arreglemos las cifras macroeconómicas" para que los mercados ganen confianza, es sólo verborrea política que busca adormecer las mayorías y que calan en muchos ciudadanos que nos hemos dejado convencer.

Hay que cambiar el paso, y para ello es fundamental buscar una respuesta social, comenzar a pensar con la temperatura de la calle. Debemos abandonar al capitalista, sosegado y calentito, que todos llevamos dentro, y abrazar prácticas que hemos dejado en el camino: la sindicación reivindicativa, estar presentes donde se exija el fin de los privilegios, la participación política e ideológica, las iniciativas gratuitas y solidarias. Es fundamental sentir el aire en la cara, abrir puertas al vecino para pensar conjuntamente, y desde ahí reconstruir el Estado que soñamos una vez. Hay espacios al aire libre, pequeños pero llamativos, esperando pensadores de temperatura ambiente. Los sindicatos, el movimiento 15M, ecologistas, las plataformas ciudadanas en cada localidad, etc. todos estamos obligados a responder.

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