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Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Pobreza estructural

En Sevilla están tres de los cuatro barrios más pobres de España. Y son estadísticas de antes de la pandemia

Unos pocos metros más abajo hay una hilera de contenedores que son la despensa de algunos. Raro es el día que alguien no hurga y rebusca en su interior. He visto sacar sobras de las bolsas y comerlas ahí mismo. Es una escena que aceptamos en las películas, formando parte de una historia. Pero puede verse desde el balcón. Los que hacen eso ahí abajo no son actores ni actrices. Ningún director ha dado la orden de empezar a rodar una nueva toma. Ésta se repite muchos días, pero no es una toma fallida. No hay ningún equipo de cine. Es un momento real. No hay ningún atrezzo. Estaba acostumbrado a ver a tipos andrajosos y sucios rebañando en los contenedores. Una vez vi desde un bar dos zapatos que asomaban por un contenedor, se movían, dentro de cada zapato había un pie, los pies pertenecían a un hombre que emergió al cabo de unos minutos. No había encontrado nada de su interés. Después volvió a zambullirse en el contenedor de al lado. Y otra vez los zapatos empezaron a moverse. Yo le di un trago a la cerveza. No hace mucho vi a una pareja, un hombre y una mujer de mediana edad, mirando dentro de los contenedores alineados bajo el balcón. Fulminaban el estereotipo de los andrajos y la suciedad. Estaban limpios, también su ropa. Al contrario que el hombre de los zapatos con vida propia que había visto en aquel otro contenedor, este hombre y esta mujer buscaban sin frenesí y diría que hasta con cierta delicadeza, y lo que vieron aprovechable lo metieron en una bolsa de las buenas con el nombre de un supermercado, y pensé que la conservaban de tiempos mejores, de una época en la que podían entrar en uno de esos grandes almacenes en los que hay de todo y podían elegir entre viandas y exquisiteces para de vez en cuando poder darse algún capricho, algún lujo, mínimo, junto con los artículos básicos y de primera necesidad. Por lo que pude ver no les fue mal en su recolecta. Ese día los vecinos debimos sentirnos hartos enseguida, o no nos gustó mucho de lo que habíamos adquirido en nuestro supermercado favorito y nos deshicimos de ello sin apenas probarlo o simplemente dejamos que caducara y que una capa de moho lo cubriera, la misma capa que esa pareja retiraría con cuidado antes de aprovecharlo.

Esto ocurre en una gran ciudad, Sevilla, en la que se encuentran tres de los cuatro barrios más pobres de España. Es así desde hace mucho tiempo. Demasiado. Y entre los quince primeros barrios más pobres del país esta ciudad tiene seis. Nadie da con la fórmula para, si no acabar, al menos mitigar la situación. Ya no es cuestión de solidaridad ni de caridad. Son datos del INE de 2019, antes de la pandemia. ¿Cómo serán los que recojan y muestren las estadísticas de este 2020?

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