aNTONIO ZOIDO

Historiador

Poner fin a la injusticia y al mito

Habría que conceder la nacionalidad a los descendientes de los moriscos expulsados

Una investigación de la Universidad de Granada ha llegado a la conclusión de que los granadinos, malagueños y almerienses no tienen ni pizca de sangre sarracena; "a pesar de la larga presencia árabe y norteafricana en esta porción de España, su huella genética en el sur apenas ha pervivido. Ni siquiera existen diferencias genéticas significativas con otros pueblos europeos." Una de sus autoras declaraba hace días que "sería de esperar que allí donde se mantuvo la presencia árabe y norteafricana más tiempo, su huella genética fuera mayor. Pero el legado genético norteafricano en esta zona es igual al de otras regiones de España, incluso menor que en algunas, como en partes aisladas de Galicia".

Las conclusiones bioquímicas, seguramente, serán acertadas; las afirmaciones históricas no sólo no lo son sino que, como es frecuente, parten de un típico tópico de nuestra Historia: la verdadera etnia es la que nace de la religión. Porque una cosa es la existencia política de Al Ándalus -reducido a su mínima extensión en el reino nazarí de Granada y extinguido en 1492- y otra la permanencia en la Península de cientos de miles de antiguos andalusíes -los moriscos- que no acaba hasta la segunda década del siglo XVII (se cumplen ahora cuatro siglos exactos del informe del Consejo de Castilla en el que se concluía que el destierro de la masa de hombres, mujeres y niños no había causado algún perjuicio a la economía del país). Pero también ahí pervive el tópico, ya que de los, aproximadamente, 300.000 expulsados, de la Andalucía actual sólo provenía menos de la mitad. El resto formaba parte de la población de otros territorios, principalmente, del reino de Aragón (en Túnez el sinónimo de "morisco" no es "andaluz" sino "aragonés).

Aunque es posible que otra investigación descubriera que su huella genética tampoco era árabe, porque lo cierto es que entonces eran españoles y que, una vez que se asentaron en África del Norte, formaron parte de las élites de cada país como arquitectos, literatos, profesores, ganaderos, industriales, músicos, militares, ministros... Todavía pertenecen a ellas y siguen teniendo en valor su ascendencia hispana.

Habría que preguntarse por qué el estudio se ha realizado ahora y sólo en suelo andaluz. ¿Por reflotar el atavismo de las leyes de limpieza de sangre? En todo caso es un trabajo inútil. Lo realmente importante sería reparar ética y estéticamente aquella expulsión de cientos de miles de personas que cumplían papeles importantes en las poblaciones donde vivían, que seguían llamándose orgullosamente "granadinos" u "hornacheros" y tenían por apellido Torres, Cárdenas, Castillo, García, Carrión, Jaén, Gazul, Herrera..., los mismos que aún siguen llevando. Concederles la nacionalidad española sería importante para contar con compatriotas en puestos importantes del tejido cultural, social y político de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia... y para acabar con el mantra de los yihadistas: aquellos cuyos ancestros habitaron esta tierra, serían libres de volver a ella.

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