PENSANDO con toda la frialdad posible, que no es mucha, lo de la otra noche en el pueblo posiblemente más rico de España, Pozuelo de Alarcón, debemos convenir en que la cosa terció hacia un comportamiento anarco-alcohólico. Preocupante cuestión que una juventud pija y bastante pudiente se comportase de esa guisa. Lo de enfrentarse a la Policía no es de ayer de mañana, pues en tiempos más difíciles hubo jóvenes que le plantaron cara a los guardias, entonces vestidos de gris, pero eso de querer asaltar una Comisaría ya trasciende de los meros daños colaterales de un botellón, o botellona, cualquiera. Por un lado está lo del desmesurado culto a la botella, como si la diversión no fuera posible sin emborracharse, y por otro está lo de hacerle frente a la autoridad como lo hicieron los niñatos de Pozuelo. Quiere decirse que si la noble acracia se empapa de alcohol, las consecuencias son impensables.