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Eduardo Jordá

¿Puede distinguir a unos de otros?

LA frase más inteligente de la última reunión del G-20 en Londres la ha pronunciado un señor que tiene 87 años y que no sabe nada de economía. Es un señor alto y desgarbado que podría interpretar al conde Drácula en una adaptación teatral montada por un grupo de ancianos. Este hombre nació en Corfú y fue marino de guerra. Sus conocimientos -suponemos- se limitan al fox-trot, las cacerías de urogallos, el mejor betún para engrasar unas botas de caña y el tiempo exacto que un buen té debe permanecer en la cazoleta de la tetera. Durante la cumbre, cuando el presidente Obama le explicaba que acababa de desayunar con los chinos, los rusos y el líder de la oposición británica, nuestro hombre se adelantó un poco y preguntó casi sin abrir la boca, al modo de los afectados por una parálisis facial: "¿Es que puede distinguir a unos de otros?". Este hombre es, por supuesto, el príncipe Felipe de Edimburgo.

"¿Es que puede distinguir a unos de otros?". Apunten esta frase. Cierta prensa, tan despistada como siempre, la ha calificado de metedura de pata. ¿Metedura de pata? Al contrario, es la única frase lúcida que ha salido de la reunión del G-20, donde un grupo de lunáticos que creen gobernar el mundo han decidido refundar el capitalismo y regular los mercados financieros, aunque de momento no se hayan atrevido ni a tocarle un pelo a esos colosos mundiales que son Andorra, Gibraltar, San Marino o las islas Caimán. Vamos a ver: ¿cuánto tiempo ha durado la cumbre? Un día, o dos a lo máximo. ¿Y cuántos expertos, traductores y políticos han participado? ¿Y cuántas veces han saludado a alguien que les tendía la mano y sonreía y a lo mejor era chino o ruso o sólo era el líder de la oposición? Si esto era así, ¿cómo es posible que hayan podido distinguir a unos de otros?

Se ha comparado esta cumbre con la de Bretton-Woods que decidió en 1944 la creación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Eso es un disparate. La cumbre de Bretton-Woods duró 21 días y se celebró en un tranquilo hotel victoriano de New Hampshire. Hay una foto de la cumbre -una sola, que yo sepa-, y es una foto borrosa que más parece de una merienda campestre. Ahora mismo nadie sabría decir quiénes participaron en Bretton-Woods. Pero es que en aquella época las reuniones duraban veinte días, los delegados fumaban puros, leían informes, discutían, tomaban acuerdos y hasta es posible que alguna noche hicieran una escapada a un tugurio cercano, disfrazados de agentes de seguros.

¿Queda algo de aquello? Nada. Y aun así, los participantes en la cumbre se permiten anunciarnos que van a refundar el capitalismo y controlar los paraísos fiscales. Bueno, quizá lo intenten. Si es que consiguen distinguir a unos de otros.

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