REVOLOTEANDO amenazadoramente los pagarés por la vertical del Betis y con la inquietante incógnita de si los compromisos adquiridos por Lopera van a ser satisfechos o no, la cruda realidad que vive el sevillanísimo club de las trece barras dice que hoy juega a las cuatro de la tarde y ante la Ponferradina. El único contacto de la Ponferradina con el Betis radica de cuando Benito Villamarín decidió que el prometedor Rogelio se fuese cedido a dicho club leonés para matar dos pájaros de un tiro, que se fogueara y que cogiese algo de peso, seguramente con ese botillo tan rico en calorías que se guisa en El Bierzo.

Pero la vida da tantas vueltas que en una de ellas se encuentra el Betis con la Ponferradina en su camino. Y es después del jarro de agua helada que supuso perder ante el Albacete por culpa de una evidente falta de competitividad, según reconocía en el pospartido el propio Pepe Mel. Llegó el primer tropiezo muy a tiempo de ser subsanado, claro que sí, pero ya ha dicho uno de sus futbolistas, Salva Sevilla, que este choque con un recién ascendido como el visitante de turno puede tener carácter de partido-trampa. O sea que la confianza puede matar al hombre, pecado en el que el Betis cayó funesta y repetidamente en el malhadado curso anterior.

Dice Oliver, único interlocutor válido mientras no se demuestre lo contrario, que los futbolistas van a cobrar. Sólo faltaría que el daño que Lopera le ha hecho al Betis se multiplicase por no hacer frente a los compromisos que él contrajo en su día. Así el panorama, que no puede ser más inquietante, llega la Ponferradina y a las cuatro de la tarde, hora antañona de cuando los campos de fútbol no contaban con iluminación artificial. Así de sórdida es la realidad de este Betis tan querido por tantos y tan maltratado por unos pocos. Todo es tan surrealista en un club de tanta enjundia y carisma que resulta que hoy sábado juega a las cuatro y contra la Ponferradina.