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La ciudad y los días

carlos / colón

Recogiendo pipas

ES un hito que 45.000 personas hayan visitado la exposición de obras de Weiwei. El número manda ya se trate de supuesto arte, televisión o fútbol. 10 millones de espectadores vieron la derrota de España, Alaska y Mario reinan en MTV y el cervantino diálogo entre Desiré y su señor padre volvió a dar la mayor audiencia a Telecinco la noche del viernes: un millón y medio de criaturas. Las cifras del chino son más modestas, desde luego, pero bastan para tirar cohetes y soñar con una Sevilla por fin moderna, progresista, liberada de cofradías y llena de pipas pintadas a mano (de arte, lo que se dice de arte, es la imagen de los técnicos recogiendo con palas las pipas del suelo, como si el CAAC fuera un cine de verano, para después pesarlas en una báscula aportada por sus felices propietarios, no fuera ser que se extraviara una de los 3,3 millones de pipas y la obra de arte quedara mutilada).

45.000 felices criaturas fueron a maravillarse con las vestiduras de ese rey desnudo que los pontífices del arte de moda les habían dicho que estaba vestido. ¡Y da tanto gustito, se siente uno tan bien, tan correcto, tan en orden, tan con los papeles intelectuales en regla, cuando se ve lo que se debe ver aunque no se esté viendo nada! Los críticos (o los comisarios, palabra tan noble en el western, si lo es Gary Cooper, como letal en la política y las exposiciones) son los brujos, sacerdotes, inquisidores o camaradas comisarios de la sociedad posmoderna desacralizada y desideologizada.

"Debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina", dijo San Ignacio. Frase que, traducida a ciertas prácticas del mal llamado arte contemporáneo, diría: debemos siempre tener, para en todo acertar, que el mamarracho que yo veo creer que es una obra de arte, si la crítica así lo determina y los museos lo exponen.

Esos tataranietos ateos de los jesuitas que fueron los comunistas interpretaron a su manera la frase ignaciana: "Es preferible equivocarse dentro del partido que tener razón fuera de él". Es sabido que el comunismo cogió lo peor de los peores tiempos de la Iglesia. La traducción al arte contemporáneo es fácil: es preferible equivocarse con quienes determinan qué es arte y qué no lo es que tener razón fuera de su secta. Lo que haga falta con tal de no sufrir la excomunión de la comunidad intelectual y moderna.

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