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Jorge Bezares

Remodelación del quince o maquillaje

PUDIERA ser que Rodríguez Zapatero, en este totum revolutum del PSOE que Peridis acabará dibujando con una espiral irreversible, aplicara la máxima de que en época de crisis, malas son las mudanzas. Pero teniendo en cuenta la complejidad del personaje, pudiera ser que el dicho, tan español, tan oportuno para la cartelería del Gobierno de España, quedara en agua de borrajas. Y, finalmente, fuera todo lo contrario; es decir, que el líder socialista respondiera finalmente con una remodelación ministerial del quince una vez aprobados los Presupuestos Generales para 2011, aunque por el camino sustituya, allá por el veintitantos de octubre, al ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, que, como ha quedado acreditado, prefiere una derrota en las catalanas frente a CiU por pura cercanía territorial que más y más paro durante 2011 en España -no sólo los organismos internacionales la prevén, sino los propios Presupuestos del Gobierno-.

Así las cosas, puede que el leonés salga por peteneras -sin menoscabo de este palo menor, por favor- o que se limite a mantener el compás a la espera de un milagro económico coincidiendo con la próxima visita papal. La huelga general sin querer ha dejado en el camino más de cuatro puntos a favor del PP, que ya ha rebasado sobradamente la línea roja de ocho puntos, y las primarias del Partido Socialista de Madrid (PSM) han arrojado una credibilidad socialista en reserva. Pero con Rodríguez Zapatero cualquiera sabe si ha procesado estos datos en condiciones o ha optado por asimilarlos como señales inequívocas de recuperación económica o electoral.

Escuchado el mitin que el ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco, ofreció ayer en la Cadena Ser casi en ayunas, esto está para dar palmas, aunque sean de tongo. De la huelga general ni se sabe, pero de las primarias está claro. Según el gallego, Zapatero, Rubalcaba, él y los demás tenían razón. Es decir, la derrota de Trini y la victoria de Tomás es un triunfo de la democracia interna, de la que él y su jefe son profetas verdaderos aunque se hayan dejado pelos en la gatera. Las declaraciones de Alfonso Guerra, tan idolatrado cuando está callado, son quintacolumnismo puro y duro. El ex alcalde Parla pasaba por allí, y que vaya dando las gracias. El único que ha estado a la altura ha sido el propio líder socialista, que, al menos, ha reconocido públicamente que no es infalible. Por todo ello, la respuesta de Rodríguez Zapatero ante la ruina que tiene encima pudiera ser cualquiera: maquillar la situación con una crisis del Gobierno sustituyendo sólo a Corbacho, como si no hubiera entendido nada, o remodelar su Ejecutivo en profundidad, parafraseando a Felipe González en 1993: "He entendido el mensaje".

El primer escenario puede producirse cualquier viernes de los que quedan hasta finales del presente mes, y el segundo, sólo tras la aprobación de la aprobación de los Presupuestos, más cerca de unas fiestas navideñas que, como manda la tradición, volverán a ser tan entrañables como siempre pero más cortitas de turrones.

En clave andaluza, en la quiniela de estos dos escenarios, los personajes son los mismos. Chaves pudiera haber pedido la integración de Trabajo e Inmigración en su escuálida vicepresidencia, pero cuenta con el hándicap de que quedaría feo, muy feo, que un Gobierno socialista eliminara ese ministerio con más de 4,5 millones de parados para darle sentido a su negociado. Más sentido tiene que, en este caso, Gaspar Zarrías, sin bigote pero con la misma capacidad de trabajo que tanto echan de menos los socialistas en Andalucía, fuera el elegido. En este escenario, el propio Chaves, Bibiana Aído y los andaluces cuneros, Pérez Rubalcaba y Moratinos, mantendrían el empleo. En una crisis de más calado, con el aliño sucesorio incluido, intentar hacer una quiniela creíble sería una irresponsabilidad o una emulación de Julio Verne sin ninguna garantía de alcanzar siquiera un éxito literario familiar.

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