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La tribuna

Juan Cartaya

Historiador

Resiliencia

A la llegada al trono de Carlos IV la Monarquía había recuperado buena parte de lo perdido en Utrecht

He de reconocer que me gusta y me cae simpática la palabreja. Bien es cierto que la conocí posiblemente mucho antes de que lo hicieran buena parte de nuestros políticos, comenzando por aquél que dicen que preside un gobierno que es para que venga Dios y lo vea, y que saca a relucir el término tanto los días pares como impares, porque es vistoso, moderno y fashionable.

Yo leí por primera vez este término -que es, como se puede suponer, un anglicismo- en un trabajo excelente de investigación de un hispanista honrado (los hay, y muchos: algunos ya desaparecidos, como John Elliott y Jonathan Brown; y otros felizmente vivos, como Stanley Payne), el escocés Christopher Storrs, admirador ferviente del hoy casi desconocido y más que notable valido de Carlos II, el conde de Oropesa; y que en 2006 publicó en Oxford la sólida y solvente monografía The Resilience of the Spanish Monarchy 1665-1700, que fue traducida -traduttore, traditore, que dirían los toscanos- por la editorial Actas en 2013 como La resistencia de la Monarquía Hispánica 1665-1700, matiz este (resistencia por resiliencia) que a mis ojos le desposeyó de cierto encanto. Pero en fin, lleve el título que lleve se trata de una obra espléndida, que demuestra cómo la tan terrible decadencia hispánica -que aún es casi como un sahumerio del academicismo oficial español- no llegó -si hacemos un correcto balance- a ser tanta: una tesis que defiende en su último trabajo, publicado en Yale University Press, The Spanish Resurgence 1713-1748, y aquí sí correctamente traducido como El resurgir español 1713-1748, editado por la editorial Despertaferro (aconsejo una mirada atenta a su notable catálogo). Leer a Storrs, que es meticuloso y técnico, nos muestra lo que es la labor de un historiador decente: datos, cifras y evidencias se presentan con la sencilla y diáfana claridad de la verdad, sin retóricas ni falacias.

Se perdió efectivamente buena parte del imperio dinástico europeo, aunque a la llegada al trono de Carlos IV la Monarquía había recuperado buena parte de lo perdido en Utrecht y ganado nuevos territorios, tanto en Europa como en América. Había tratado de racionalizar sus activos (véase el catastro de 1749); había creado sociedades para el fomento del saber y del comercio; y había conseguido armar, gracias a Fernando VI y a Carlos III, una poderosa flota: aquella que después se perdió en Trafalgar. También las reformas del ejército (regimientos por tercios) lo habían adaptado a nuevas necesidades defensivas, y una financiación inteligente, con administradores eficaces como Patiño y Ensenada, había permitido el milagro. La resiliencia Habsburgo fue la clave del resurgir Borbón. Esta es la síntesis del trabajo de Storrs, del que todos deberíamos aprender mucho, porque nos va a hacer falta en los tiempos que se nos están echando encima, ya que el camino que por ahora llevamos nos acerca al fondo de un muy oscuro pozo en donde chapotearemos, desgraciadamente, hasta la cita electoral de 2024.

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