Como en Botica

José Rodríguez / de La Borbolla

De Rijeka a Benacazón, ida y vuelta

LA participación en competiciones europeas es una rampa de lanzamiento hacia el descubrimiento de nuevas realidades. No me refiero únicamente al aspecto deportivo, con ser esto muy importante, considerado en sí mismo: no cualquier club alcanza el rango de ser europeo, como el Eurobetis, en el caso que nos ocupa. Me refiero a todo lo que existe alrededor de un desplazamiento deportivo a cualquier ciudad europea. Eso sí que tiene chicha, y si va uno con gente de Sevilla mejor todavía. Se visita el mundo, se aprenden cosas y, sobre todo, se conoce gente. Esto último es de lo mejor que uno puede hacer en la vida. Tengo un amigo íntimo, llamado Paco Mir, que confiesa que lo de conocer gente ha sido su actividad principal en la vida. Y no le ha ido mal.

La semana pasada fuimos unos cuantos con el Betis a Croacia. El partido era en Rijeka (se pronuncia Riieka), pero nos alojamos en Opatija (se pronuncia Opatia). Allí nos enteramos de que Rijeka había sido históricamente conocida como Fiume -en italiano y en húngaro- y que había sido el puerto de mar de Hungría, en el Imperio Austro-Húngaro, antes de ser primero italiana, de 1919 a 1945, luego yugoslava, de 1945 a 1991, y ahora croata. Un lío. Como me dijo el Zio Nicola en 1971, en la Pula yugoslavo-croata y previamente Pola italiana: "Yo nací austriaco. Crecí siendo italiano. Ahora soy yugoslavo. Y no sé como qué me moriré". ¡Pobre Zio Nicola! Ese problema no lo tenemos los sevillanos. Nacimos españoles y moriremos españoles. Digo yo…

Recorriendo Opatija, paseando por el Lungomare y por la calle del Mariscal Tito, pudimos apreciar la grandiosidad y la belleza serena y decantada de una ciudad balnearia diseñada para el reposo de las élites austriacas del Imperio. Edificios de estilo centroeuropeo, hoteles con el encanto de lo asentado, mar tranquilo y azul, clima agradable, tiendas bien puestas, panaderías exquisitas, terrazas llenas de señoras elegantes tomando el aperitivo, tíos como trinquetes, restaurantes, tabernas y bebederos de todas las categorías y condiciones... Un sitio para retirarse.

Rogelio Gómez y yo disfrutamos de cada momento. Nos sentíamos vivos y con ganas de que nos entrara la vida por todos los poros. Disfrutamos, aprendimos, convivimos y nos reímos mucho, con los béticos, antes y después de un partido para olvidar. Con Carmen Fernández y Manuel, pareja trianera. Con Paco Molina, con Juan Coll, de Benacazón, y con José María Domínguez, gran señor bético, entre otros. Después de cenar con Jarni, tomar conciencia de que estábamos entre Rijeka y Opatija, pasar por delante de una Ljelarna (farmacia) y leer letreros con apellidos como Micojevich, Kuljko, Ljubicic, Vranjican, Bojanovich, Ilijich, Sevelj, y otros por el estilo, Juan Coll sentenció: "¿Os habéis fijado? En este país se trabaja mucho la jota". Sí señor: los croatas trabajan la jota.

Pero lo mejor llegó al día siguiente. Teníamos la mañana libre, y José María Domínguez nos comunicó su plan: "Voy a pedir un taxi, me voy a ir a Rijeka con mi amigo Juan Coll, y vamos a ver todo, todo, todo lo que hay en Rijeka y que no hay en Benacazón". Así se aprende. Como decía Claudio Magris, "un hombre es lo que viaja". Iremos, juntos, con el Betis donde haga falta. Para seguir aprendiendo entre risas.

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