Plaza nueva

Luis Carlos Peris

El Rocío ya ha tocado techo

CARECEMOS de la perspectiva que da el paso del tiempo, pero nos atreveríamos a asegurar que el Rocío ha tocado techo y que sus mejores días pasaron ya. No sé si esos días de aldea colmada de gente y de vida, con los caminos atiborrados de personas, animales y vehículos y con las carreteras atascadas por esos malajes que prefieren el asfalto a las arenas, digo que no sé si volverán alguna vez. Eso es algo que ni el augur más prestigioso podrá descifrar, pero me da que los gustos de las nuevas generaciones no están por la labor. Parece que la gente nueva tiene otras distracciones, pues lo mismo que he columbrado en las últimas romerías me ha parecido ver estos últimos años en la Semana Santa, como si aquella malhadada Madrugá del año 2000 hubiese sido decisivo punto de inflexión para alejar a gente de la gran celebración de la Pasión de Cristo.

Nunca le aprecié rigurosidad alguna a aquello del millón de personas en el Rocío. Ni por dimensiones ni por densidad creí jamás que allí pudiera, por ejemplo, casi duplicarse la población de Sevilla. Eran tiempos en que la romería ejercía una atracción extraordinaria en una sociedad que iba progresando hasta disfrutar de una clase media como jamás se hubiera podido esperar. Una inmensa clase media alta que tenía a bien lucirse en la gran romería de Andalucía la Baja y que tenía su metástasis en el resto del país, con los madrileños a la cabeza, muy por encima de todos los demás. Madrileños hasta en la Candelaria, que se venían a unas casas alquiladas a unos precios desorbitados por una demanda que superaba espectacularmente a la oferta que hacían sus propietarios. Y es que el Rocío le daba al almonteño como para vivir todo el año y muy bien, por cierto.

Se acabó ese tiempo de bonanza, que lo han visto estos ojitos que ha de comerse la tierra. Se acabó atar los perros con longanizas en el porche de esa casa que se cobra a precio de palacio y ya apenas tiene razón de ser algo de lo que entonces pasaba. Se buscan claves y aparece en primer lugar la económica por esta crisis que estamos empezando a sufrir y que sabemos cómo ha empezado pero que ni queremos pensar cómo va a terminar. No sé, pero crisis hemos visto muchas y también se vio a gente empeñando los colchones para ir a donde les apetecía. Y he ahí, creo, la cuestión, que el Rocío no tiene el tirón de antes entre la gente nueva. No es que no se renueve la fe rociera, que en eso no hay por qué no creer, pero esto no es suficiente como para que nuevamente se esgrima lo del millón de romeros. Debe ser que las nuevas generaciones han encontrado otras espitas de diversión y libertad más cómodas y, por supuesto, más baratas que una casa en el Rocío y lo que ello conlleva.

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