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Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Rodiezmo

LLEVO cincuenta años desembarcando en septiembre con la vaga prudencia de un caballo de cartón en una fábrica de reciclaje, pero en esta ocasión en vez del desolado panorama que viene después del estiaje me he encontrado con un denso bosque de perplejidades por el que campa el miedo, se ocultan las fieras hambrientas en busca de la hora propicia para el zarpazo mortal, transitan invisibles los virus y los agoreros, siempre tan oportunistas, intimidan a los neutrales y a los crédulos vaticinando la próxima llegada de los arcángeles trompeteros. En el conjunto, sin embargo, más que el temor apocalíptico predomina la confusión, una confusión no exenta de ciertas vetas humorísticas producto, en muchos casos, de una memez recalcitrante. Pero, en fin, son los tiempos que nos han tocado vivir, ni peores ni mejores que otros del pasado ni, ay, del futuro.

Mucho me ha turbado la foto de Zapatero y otros líderes socialistas, entre ellos Leire Pajín y Bibiana Aído, saludando puño en alto en el mitin de comienzo de curso en la localidad leonesa de Rodiezmo, no tanto por el puño, al que no temo, como por la sonrisa viva y plastificada que exhiben con una ostentación provocativa. Porque si es verdad su compromiso con la economía social y su sincera preocupación por las cifras crecientes del paro cualquier signo de satisfacción no es sólo superfluo sino indecente. Tanto como la exhibición de viejos símbolos obreros que en unas circunstancias tan extremas como las actuales resultan pueriles. Es comprensible, por ejemplo, la foto de Rajoy en Valencia en uno de los coches de la Vuelta ciclista, con la camisa abierta y el mismo pelo revuelto de los héroes que salen en los bustos de escayola, pues tiene motivos por los que alegrarse, desde el alargamiento de una crisis que favorece sus expectativas de ganar menos por convicción que por hecatombe a la absolución moderada (muy moderada) de sus ovejas negras.

Pero en el PSOE no hay motivo para las efusiones ni los cánticos, menos todavía cuando se escenifican un día antes de que el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, vaticine que el paro puede superar el 20% el año que viene, más de un punto por encima de las últimas previsiones, que ya era negras. Da la impresión que la resistencia es la única baza que le queda al PSOE para no escurrirse por el sumidero electoral. Resistencia a ampliar las facilidades para el despido, a rebajar las ayudas sociales, a desatender a los sindicatos y a poner en marcha eso que Mariano Rajoy y los empresarios llaman eufemísticamente "reformas estructurales" y que huele a caja de los truenos. Una resistencia que, desde luego, es meritoria pero que resulta insuficiente y pobre sobre todo cuando se acompaña de la vacilación, la rectificación continua y la incertidumbre.

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