Crónica personal

Pilar Cernuda

Segunda vuelta

EN las últimas horas, dos de las mujeres políticas más influyentes de este país, Susana Díaz y Esperanza Aguirre, se han mostrado partidarias de cambiar la ley electoral para promover una segunda vuelta entre los dos candidatos que hayan logrado más votos en su primera cita con las urnas. Han presentado otras propuestas, como que las listas dejen de ser cerradas y bloqueadas o al menos dejen de ser bloqueadas, de manera que los ciudadanos puedan elegir entre los candidatos que le presentan pero no necesariamente en el orden presentado.

De esa manera, serán los ciudadanos los que elegirán a la persona que consideran más adecuada para representarlos, no los partidos que en ocasiones no colocan en los puestos de salida a los mejores sino a los que son más afines al máximo dirigente, lo que a menudo equivale a los que son más serviles.

La segunda vuelta da estabilidad a los gobiernos. Es la razón por la que se ha impuesto en algunos de los más importantes países del mundo, y de hecho el propio Pedro Sánchez la dio por buena cuando Mariano Rajoy propuso al líder de la oposición llegar a acuerdos sobre los necesarios cambios en la ley electoral. Lo que ocurre es que Rajoy lo propuso en el momento menos adecuado, a escasos meses de las ya inminentes elecciones autonómicas y municipales, y el dirigente socialista consideró, con razón, que la propuesta olía a un oportunismo nada conveniente para nadie, entre otras razones porque se podría identificar el cambio en la ley como un método para favorecer el bipartidismo.

Susana Díaz no ha conseguido todavía ser elegida presidenta andaluza y, en pocas semanas, veremos cómo los partidos minoritarios comienzan el toma y daca con los que no han alcanzado la mayoría absoluta, en una negociación a cara de perro que con frecuencia entra en el terreno vergonzoso del mercadeo más innoble.

En función de lo que se consigue apoyando a unos a otros, los partidos minoritarios alcanzan cotas de poder que no les corresponde ni de lejos por el resultado de las urnas.

La segunda vuelta entre los que han quedado en primera y segunda posición traería una estabilidad que siempre es necesaria en política, sobre todo cuando las aguas circulan turbias tras una crisis económica y social como la que se ha sufrido en España y en la que hay que seguir trabajando para salir de ella.

En el pasado reciente se ha comprobado que los gobiernos macro, formados por partidos muy distintos que suman escaños para impedir que gobierne quien se ha quedado a uno o dos de la mayoría, han sido casi siempre un fracaso.

Sin embargo, las segundas vueltas, como las que se vienen aplicando en países punteros del mundo, y con democracias que están aún más arraigadas que la nuestra, han traído estabilidad y seguridad.

Es algo a estudiar. Rechazarlo porque sí no es la respuesta que deben dar dirigentes con sentido de la responsabilidad.

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