QUIÉN le iba a decir al Sevilla que una semana cualquiera de mitad del mes de de noviembre iba a resultar vital para sus intereses? ¿Quién se lo iba a decir a Manolo Jiménez y a su gente hace apenas un mes cuando los partidos se contaban por victorias, se acumulaban rachas de meses y meses sin probar la derrota y los elogios se acumulaban en el buzón del estadio Ramón Sánchez-Pizjuán? ¿Quién le iba a decir a este Sevilla, en definitiva, que el aire iba a virar de forma tan desatada?

Pero lo cierto es que el aire ha virado y el Sevilla se enfrenta ya mismo a una semana crucial. Crucial porque se juega el primer título de la temporada el próximo jueves. La Copa del Rey, ésa que tantas alegrías ha traído en los últimos años para la entidad de Nervión, se encuentra en el alero tras la derrota en el partido de ida frente a la Ponferradina. Un rival que en condiciones normales no daría más que para una faena de aliño, pero el tema es que el Sevilla no está en condiciones normales.

Ayer frente al Recreativo volvió a quedar patente. Una primera parte sin disparar a puerta y una segunda en la que Kanoute acertó con el gol, pero se terminó el encuentro colgado del larguero y pidiendo oxígeno y la hora. Entre lesiones, declaraciones y tensiones, el Sevilla ha entrado en una espiral derrotista que se soluciona en los números con la victoria frente al Recreativo, pero que no encuentra alivio en el ánimo. Por eso es tan crucial el partido ante la Ponferradina. Para dar tranquilidad e impulso al equipo. Para ir cerrando agujeros y abriendo puertas que devuelvan al equipo de Manolo Jiménez a su lugar habitual, en el que estaba hace mes y medio nada más. Y todo empieza el jueves frente a la Ponferradina en Copa, el partido más lleno de trampas de los últimos tiempos para el Sevilla Fútbol Club.