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Sesenta caracteres

Los que nos hemos dedicado a la radio hemos sentido envidia de la prensa escrita, nuestro trabajo se lo llevaba el aire

El periodista Javier Rodríguez Marcos dio el miércoles, en el curso de la Fundación Yuste y la universidad de Extremadura, un dato estremecedor: los lectores de pantallas, sea en la plataforma que sea, no memorizan más que sesenta caracteres de media. La frase anterior ha consumido ya el triple. O sea que desde el carácter sesenta y uno, nada de lo que se escribe es algo más que una raya en el agua. Ay, tanta pasión para nada, como tituló Julio Llamazares aquel cuento del futbolista que falló un penalti. No tengo la menor idea cómo se habrá llegado a esa escalofriante conclusión, pero puedo suponer que alguna empresa demoscópica habrá hecho un estudio cualitativo para averiguar cuánto de lo que se lee en la red queda de verdad en la memoria, al menos la del día. La AIMC (empresa autora del EGM) solía hacer estudios de fidelidad, del tiempo que los oyentes permanecían fijos en una emisora sin cambiar de dial. Tal vez esto a un mundo analógico, pasadísimo, con su ruedecita en el costado del aparato y la necesidad de tener que memorizar las frecuencias, atacados por un rrrrbufffbuff interminable hasta que dábamos con una voz clara, una música sin interferencias. Luego vinieron las radios digitales, adosadas a los coches con la enorme ventaja de, a golpe de dedo, escuchar el programa preferido o escapar del que nos estaba incomodando o, el horror, aburriendo. De esa comodidad pasamos, en un suspiro, a los teléfonos móviles, que también se pueden conectar mientras conducimos por cierto, con el heredero del hilo musical(los de treinta pregunten en su casa) que es el Spotify. Algo que los muy jóvenes hacen en cualquier sitio a través de esos adminículos que les han crecido a su generación, también llamados auriculares y nunca cascos. Aún suenan los gritos indignados de Paco Sánchez, jefe de programas y periodista musical excepcional, clamando: "No somos caballos ni botellines, aquí no hay cascos que valgan". Imagino que Paco ya se habrá resignado a la victoria total de los anglicismos y el príncipe de todos ellos, los famosos podcast que - comprueben en las redes- los mayores somos incapaces de pronunciar con soltura y somos trending topic del choteo general. LOL.

A lo que iba: los que nos hemos dedicado a la radio hemos sentido absoluta envidia de la prensa escrita, nuestro trabajo se lo llevaba el aire mientras que la letra impresa permanece. Suya era la permanencia y la autóritas.

Nada que hacer ya. Sesenta caracteres. Polarización, dicen. Mejor le llamamos jibarismo.

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