SI esto no es el Apocalipsis, se le parece bastante. Sevilla, enredada de nuevo en el bucle eterno de su Semana Santa, quebrada este año -otra vez- por la inesperada lluvia, caprichosa en tiempo de sequía, recibió ayer la bofetada silenciosa de los Presupuestos Generales del Estado. Un golpe al ánimo con forma numérica: 270 millones de euros. Un 37,9% menos. Punto. Ni un céntimo más.

Sabíamos que las promesas de la reciente campaña de las elecciones autonómicas -ministros del PP prometiendo a Zoido pagar hasta aquello que nunca les correspondió, como la ronda urbana SE-35- quedarían más pronto que tarde en agua de borrajas con independencia del resultado, pero la intensidad del tijeretazo que Rajoy tiene que dar a las cuentas públicas del Reino -la deuda nacional supone el 80% del PIB y los bancos no entienden de barcos- resulta especialmente cruenta para Sevilla al coincidir con el día que se conocen los datos del paro, cuya evolución anual nos deja el regalo agrio de casi un 12% más de desempleados. El Armagedón: diluvia justo cuando no conviene, las cofradías ya salen a la calle hasta sin santos -vivimos tiempos de rigor y penitencia-, se intuye por todos lados la incertidumbre y, de una forma u otra, estamos a la intemperie.

No es raro que los empresarios sevillanos -su asociación patronal, sin líder tras la dimisión de su presidente por no ser capaz de aceptar los resultados electorales-, después de lamentar ayer las negras estadísticas del Inem, se fueran a San Pedro (collación) a hacer una ofrenda floral al Cristo de Burgos, patrón benefactor de la organización empresarial. Llevan ya 35 años haciéndolo. Por lo que se ve, con escasos resultados: el cielo no termina de escuchar las plegarias. Aquí todavía no hemos llegado a hacer lo de México: poner a las imágenes sacras mirando hacia la pared de las iglesias cuando no conceden nuestros deseos primarios. No debe quedarnos demasiado, porque todo parece ir a peor. Sevilla, sin estímulos públicos en forma de proyectos, está condenada al desempleo perpetuo y a seguir anclada en una decadencia sostenida de la que, algunos, todavía hacen bandera estética. Políticos milagrosos, nos sobran. Futuro cada vez tenemos menos. Sevilla: Año Cero.

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