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Carlos Navarro Antolín

Sevilla, ciudad del gin tónic

HAY veces que las notas de prensa las carga el diablo (cojuelo). El diablo se porta mal. Y dicen que portándose mal se lo pasa uno mejor. No falla. Pablo Castilla, que fue gerente de la difunta televisión local a la que todavía no se le ha organizado el funeral debido y que a este paso va a dar pasos de Semana Santa en agosto, nos remite la convocatoria de un acontecimiento que tendrá lugar el 6 de junio en la terraza Puerto de Cuba (libre), con privilegiadas vistas al Guadalquivir. El título es de lo más sugerente: Ginebralia. ¿Y en qué consiste Ginebralia? Lean, lean: "Se trata de una experiencia que reunirá a las marcas líderes en ginebras y tónicas en un escaparate de degustaciones que ofrece tanto al consumidor final como a los profesionales de los sectores de hostelería y distribución, la oportunidad de adquirir conocimientos en las nuevas tendencias y formas de degustar dicho producto".

Y el remate, a modo de media verónica con aromas de bayas de enebro, es lo que sigue: "Este evento nace con intención de continuidad y crecimiento para ofrecer anualmente a la ciudad de Sevilla un punto de encuentro para los ginlovers". La pena, penita, pena, es que Ginebralia no será inaugurada por Jesús Posada, el presidente del Congreso de los Diputados que más ginlovers reúne desde la instauración de la democracia. La cinta de Ginebralia la cortará Pedro Sánchez Cuerda, el presidente de los hosteleros sevillanos que, por cierto, recibió el domingo en su casa a la señora Cospedal para envidia de una legión. Cospedal no fue a Robles, no. Cospedal fue a La Raza, donde tuvo que ver en primera fila al teniente Landa en un acto de partido puro y duro. ¿Pero este Javier Landa no era independiente? Anda con Landa, anda… Que le está cogiendo el gusto a la gaviota azul. Pío, pío.

Digresiones aparte, a Pablo Castilla se le puede quedar chica la terraza cubana con la de tontos del gin tónic que hay en Sevilla, tantos como para montar una cofradía de vísperas a lo pirata, que son las cofradías rebeldes de ahora, las que no pasan por el control de la ventanilla única del Arzobispado y se saltan a la piola el poder establecido en versiones actualizadas de la valiente. Lo de Ginebralia, que suena a empresa abastecedora de agua del litoral onubense, podrían haberlo hecho en Fibes por aquello de poner en valor la herencia. ¿No fue en Fibes la entrega de las medallas (de Argueso)? ¡Qué bonito suena eso de poner en valor las cosas! Ahora todo se pone en valor. Las hermandades ponen en valor su patrimonio con exposiciones en el Mercantil como el gobierno pone en valor las setas de la Encarnación por sentido de la responsabilidad. El Museo del Prado pone en valor su colección menos conocida con exposiciones temporales como los restauradores del retablo mayor de la Catedral ponen en valor las tablas más alejadas de la vista del público. No hay un día sin puestas en valor como no lo hay sin puestas de sol. Las puestas en valor asedian la economía del lenguaje como indios enfurecidos y vociferantes. Pues vamos a poner en valor el gin tónic. Larga vida a Ginebralia. Sevilla, ciudad del gin tónic. Lo de Ginebralia, en el fondo, es una forma de poner en valor el río. ¿O no, Pablo?

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