Antonio brea

Historiador

Sevilla joven y antifranquista

La contestación antifranquista se extendió como una mancha de aceite por la ciudad

En un artículo anterior me referí a la llamativa contradicción que afecta a la Historia como disciplina académica. Al tiempo que una mayoría de titulados no se dedica profesionalmente a la investigación de los hechos pretéritos, individuos con una formación alternativa afrontan retos que los departamentos universitarios de la materia perciben frecuentemente como una preocupante intrusión.

Desde mi propia perspectiva considero en cambio, sin caer en la incomprensión hacia quienes de buena fe entienden lo contrario, que esas aportaciones a cargo de historiadores diletantes son perfectamente respetables, siempre que se acometan con toda seriedad y rigor. Máxime, si éstos cuentan con un destacado currículum intelectual previo.

Éste es precisamente el caso de Fran G. Matute y su apasionante estudio Esta vez venimos a golpear. Vanguardismos, psicodelias y subversiones varias en la Sevilla contracultural (1965-1968), que se añade al sugerente catálogo de títulos de la colección Sílex Música de la homónima editorial madrileña.

En poco más de doscientas páginas, cuya segunda parte verá próximamente la luz, el autor nos ilustra sobre la emergencia de una joven generación sevillana, mayoritariamente tutelada tanto por el clandestino PCE como por los círculos más aperturistas de la Iglesia, que expresó su disidencia bajo unas circunstancias originariamente nada propicias, en escenarios de muy diversa naturaleza.

Gracias a su labor, la contestación antifranquista se extendió como una mancha de aceite por la ciudad, utilizando como centros de difusión galerías de arte, peñas flamencas, aulas de enseñanza media y superior, salas de teatro, cafeterías, parques y discotecas. Beneficiándose sus cabecillas de la complicidad de un sector de la élite social del momento y sacando apreciable partido a la influencia cultural de la colonia estadounidense afincada en la provincia, cuya dimensión estaba paradójicamente ligada a una presencia militar justificada en la común visión anticomunista de ambos países.

Frente a esta tendencia ascendente, las sanciones aplicadas por el aparato represivo de una autocracia en camino de perder la batalla de las ideas, se mostraron completamente inútiles, más allá del evidente perjuicio causado a sus destinatarios.

Realidad aparte, la constituida entre estos mozos rebeldes, por beatniks, hippies y pioneros de la música rock, menos interesados en la acción política que en la búsqueda de vías de autorrealización personal, a menudo por medio de los paraísos artificiales de la droga, cuyo consumo empezó a popularizarse en aquellos años.

No puedo dejar de hacer una mención final al loable gesto de humildad de concebir el capítulo sobre el mayo del 68 hispalense, como entrevista al profesor titular de Historia Contemporánea Alberto Carrillo-Linares, principal especialista sobre el tema. Auspiciando así un rincón del ensayo en el que confluyen de forma amistosa los papeles desempeñados respectivamente por el historiador profesional y el aficionado.

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