Julián Aguilar García

Abogado

Sevilla 'low cost'

En general, tenemos una ciudad, y una región y aun un país baratos

Según veo en la web de Aena, el día en que escribo estas líneas se prevé que aterricen en Sevilla setenta y un vuelos. Unos cincuenta, de aerolíneas de bajo coste. Una veintena, de las que podríamos denominar tradicionales (Iberia, Lufthansa, British Airways).

Vaya por delante que si unas empresas son más eficientes que otras y les va mejor, sin dinero público, nada tengo que objetar. Y que los (relativamente) bajos precios de los vuelos democratizan los viajes, lo cual es sociológicamente bueno aunque sólo sea porque la boina se desenrosca hablando con gente inteligente, leyendo o viajando (si se viaja para ver, no sólo para mirar). Y, además, que en esos vuelos baratos pueden venir tanto los pasajeros de mochila, chanclas y apartamento patera irregular como los de tinto gran reserva, ropa elegante y hotel estrellado o apartamento de lujo que paga impuestos.

Concluyamos, no obstante, y porque algunas hipótesis razonables son necesarias para la reflexión, que el nivel adquisitivo medio de ese viajero no es elevado. Vale, todas las criaturitas tienen derecho a vivir, y si todo fuese caro yo también tendría que quedarme en mi casa, así que me alegro de que haya vuelos baratos. Pero, ¿nos viene bien?

Nuestros munícipes se desviven por atraer turistas, visitantes, viajeros (de éstos hay pocos). Y para eso se reúnen con aerolíneas que puedan captarlos en otros países, mercados, y traerlos para que hagan cola en el Alcázar o en algún tablao. Está bien. Pero estaría aún mejor que el esfuerzo se centrara, todavía más de lo que vienen intentándolo, en esas compañías aéreas, turoperadores, mayoristas o agencias de viajes que se especialicen en clientes de más nivel económico, aunque entiendo la dificultad y la competencia.

En general, tenemos una ciudad, y una región y aun un país baratos. Sueldos muy bajos, precios comparativamente bajos. Mientras no salgamos de aquí, podemos vivir relativamente bien. Y para los visitantes es fantástico, porque dónde va a tomar un muniqués o un parisino una cerveza y una tapa o una copa como las de aquí, a los precios de aquí, con el clima de aquí. Pero nos limita mucho. Nos dificulta ser nosotros los que viajemos, poder mandar a nuestros hijos a otros países, acceder a otras oportunidades, comprar productos foráneos.

Serían preferibles, creo, visitantes que adornen la ciudad en vez de afearla con su indumentaria. Que paguen por espectáculos dignos en vez de sentarse en un banco a ver la flamenca impostada que taconea en unas tablas sobre la calle. Que entren en los restaurantes en vez de en los supermercados. Que duerman en hoteles y apartamentos legales y buenos y no sólo en albergues, hostales o pisos irregulares. Que puedan y quieran pagar más por una copa. Que permitan que los camareros, los dependientes, los conserjes, ganen más y a su vez puedan pagar más a todos los que vendemos bienes o servicios. Que contribuyan a que podamos salir, crecer y acceder a otras oportunidades y no a la mera supervivencia.

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