TIEMPO El último fin de semana de abril llega a Sevilla con lluvia

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Al punto

Juan Ojeda

Sólo para enterarnos

LOS sindicatos salieron la semana pasada a las calles, poquito, pero salieron, en protesta preventiva contra la reforma del sistema de pensiones, ésa que se supone piensa hacer el Gobierno. El miércoles por la tarde, en Andalucía, que fue cuando se celebraron las manifestaciones, la lluvia dio una tregua, de forma que no fue la climatología la culpable de las manifas a medio gas. También hubo ahorro energético en los discursos, de suave reproche. Fue todo como un educado aviso de que si la cosa va a más, puede haber un lío de verdad.

Y en la verdad está el problema porque, hasta ahora, nos movemos en un mundo de conjeturas y pasos adelante y pasos hacia atrás. Tan conjeturas que ni siquiera el tema fue incluido en el índice de la propuesta de negociación que el Gobierno presentó el jueves a los partidos políticos, en la primera ronda exploratoria del Gran Pacto. Bueno, no vamos ahora a hablar del pacto, porque nos podemos perder y, a la vista de lo visto, tendremos tema para rato.

Así que a lo que íbamos, que no sabe uno a qué carta quedarse, porque ignoramos si el Gobierno está dispuesto a llegar hasta el final en la ampliación de la edad de jubilación, hasta los 67 años, ni bajo qué condiciones. Tampoco se sabe si va a insistir o no, en la extensión del cómputo del periodo de cotización, de 15 a 25 años. Es lógico que estemos desconcertados, cuando no se conciertan ni los mismos que gobiernan. Ahí tenemos la rectificación sobre la marcha, y a base de típex, del documento que se mandó a Bruselas sobre la reforma del sistema.

Esto pasa, claro, cuando lo que hay que hacer es duro e impopular, que cuesta mucho trabajo decirlo, porque el personal se cabrea y luego, en las encuestas, aparece lo que aparece. Y, además, la malvada oposición no te da un respiro. Así que da la impresión de que cada uno va a su bola, como si un equipo de fútbol jugara con varios balones a la vez, que no hay quien sea capaz de seguir la jugada. Salvo que se trate de eso, de despistar, y un estratega maligno haya pensado que lo mejor es distraer y confundir, con mensajes variados, al sufrido ciudadano, de forma que ya no crea ni lo que se dice ni lo que se desmiente. Claro está, así es muy difícil manifestarse en serio, porque no sabe uno contra qué. Por ejemplo, ya veremos en qué queda el anuncio, hecho por el secretario de Estado de Hacienda, de recortar las subidas salariales pactadas por Fernández de la Vega con los funcionarios.

Pero la crisis no es una estrategia confusa, sino una realidad concreta y angustiosa. Y en momentos así, lo que todos queremos son mensajes claros, por duros que sean. Sólo para enterarnos.

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