EN Telecinco andarán sorprendidos (o no) porque su repaso al maravilloso sueño de la final de Sudáfrica tuvo 70 puntos menos de audiencia que la emisión en directo, cuando todo un país, mucho más allá de los 16 millones que marcaron unos audímetros que se quedaron miopes, se pegó a la pantalla para paladear lo que parecía que nunca iba a estar a nuestro alcance. Quede para la memoria sentimental colectiva este sobresaliente en autoestima nacional.

Pero lo dicho, a la gente no le interesaba que se repitieran las patadas naranjas ni siquiera con el señuelo de los comentarios del seleccionador, Vicente del Bosque, y de los dos narradores del partido, Paco González y Camacho-Iniesta de mi vida (el murciano recordó que nadie escuchó en directo aquel grito). Para que la repetición de la final hubiera sido un pelotazo de audiencia no bastaba con las palabras comedidas del marqués salmantino. Telecinco no cayó en la cuenta y debió haber fichado para este domingo a Jorge Javier Vázquez, Belén Esteban, Aída Nízar y Chelo García Cortés. Eso sí que hubiera sido un equipo de comentaristas dignos de analizar la cicatera actuación holandesa. Con el trío de futboleros charlando sobre el partido en una sala de visionado, a oscuras, se perdía todo el significado de una cadena en el que priva el comentario crudo a la luz de todos los focos y jaleos.

El día que vivimos un sueño parecía quedar aún más lejano en la cadena que un día nos ofreció lo que nunca creíamos que nos iba a ocurrir. Por allí andaban, claro, Sara Carbonero e Íker Casillas, y por su disposición a recordar acordaron que no se rescatara el beso. Ellos sabrán. JJ Santos, del que nos libramos de que estuviera en primera línea, piropeaba al santo con una cerveza de por medio. En Cuatro, un rato más rato, contaban lo mismo con mucho más humor y pasión. Con mucho más arte.