ESE es un torero! Quien le canta a los toros. Quien les susurra un puñadito de versos, quien les mece y cura sus heridas por banderillas con su cante para ganarse el indulto. Forrado de luces, nazareno y oro, Talavante, sobre un capote de albero por donde arrastra sus manoletinas como agujas de reloj al compás de un cante, desafinado y atinado con el diapasón del alma. Le canta Talavante a su toro. Lo hace con un canturreo sin reventarse las carótidas y mirándole a los ojos mientras miles de ellos buscan entre las gradas el sonido de la bulería que tardan en detectar ya que brota del coso. Y todos, los tres cuartos que llenaban la plaza, quedaron atónitos por el hecho insólito. Incluso a los comentaristas de televisión les costó localizar de dónde brotaba esa voz porque no creían posible que surgiera del propio torero a quien no le hacía falta ni la banda ni una espontánea voz gitana para vestir de divinidad la lidia.

¿Cuántos cantaores no habrían querido dar un lance en mitad de su Keiko? Lo convirtió, al de vestido de negro, en un bebé complacido por el baile y el tono de su voz cual nana mece a un niño antes de hipnotizarle para coger el sueño. Talavante, absorto en su toreo, olvidando su aforo, pasando de todo, verbalizó su enamoramiento. Pocos toros salen así y ese se merece ser toreado por bulerías. Pocos toreros tienen la valentía de cantar, toreando. ¿Hay alguno? No te voy a dar muerte porque has de dar vida a otros que hereden sus genes. Sé toro, peligroso, mortal pero noble. Te he ganado sin violencia, te he enamorado.

El toro se sabe de un buen torero. A quien se entrega en cuerno y pezuñas. Nadie ve desafino en su voz ni en su plante. Es perfecto: la plaza, el albero, el ruedo, "el redonchel, los alfileres de colores olé, olé y olé no le quieren coser". Y con alfileres de voces cosió Talavante. Él solo ante seis y todos atónitos por su brujería. Con esa firma ha borrado sus espantás y las futuras. Es valiente, más por arrancarse a cantar a que le saliera bien. Un torero que ha cosido la valentía, el miedo, la naturaleza, la pintura, el cante, el negocio en un cosío perfecto e incontestable. Se acordará como nosotros lo recordaremos. Y así estaba escrito. No hubiera sido si hubiera toreado Morante, ni otro sustituto. Era la tarde de Talavante y así quedará para la historia. Auténtico, natural, valiente y ausente de la realidad. Con hombría, formas, brillo y su pellizco de voz. Pero, probablemente, sea una de las mejores bulerías que yo haya escuchado en mi vida.

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