Crónica levantisca

Juan Manuel Marqués Perales

Tranquilo, Jordi

TRANQUILO, Jordi, tranquilo". También en España tuvimos a nuestro Jordi Pujol, el nacionalista de Estado que servía para apuntalar gobiernos inestables y esconder maniobras opacas, nuestro contrapunto frente a la barbarie de la izquierda abertzale. Tranquilo, Jordi, le calmaba el rey Juan Carlos I la noche del 23 de febrero. Otro día de febrero, el 24, pero de 2005, cuando el Parlament, discutía sobre el derrumbe en el barrio del Carmel, el presidente Maragall, acorralado por los agujeros de esa línea de Metro, le soltó a Artur Mas: "Su problema se llama tres por ciento". "Usted, ha perdido los papeles", contestó el convergente, antes de lanzar su amenaza: en esta legislatura -dijo- "necesitamos un círculo de confianza, que no de amistad, para abordar grandes temas". Eran la financiación autonómica, el nuevo Estatut -ese muñeco diabólico de Maragall-; en definitiva, el papel de Estado -catalán o español- que siempre tuvo esa CiU a pesar de su tres por ciento. Y, entonces, se produjo la traición, cayó la mentira, una senyera ocultó como telón la ignominia. Maragall rectificó allí mismo, y olvidó para siempre. Entonces, los pujoles siguieron construyendo su Cataluña de estraperlo. Cayó el mito nacionalista de Pujol, pero también el de uno de los grandes hombres de la Transición. Y ya van varias, qué círculo. Su altura tenía un precio.

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