Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Trazos

CRONISTA de la Historia de España, a través de sus señoras gordas, sus chicas siempre estupendas y sus enjutos caballeros de chaqueta y gafas, el académico Antonio Mingote, que se nos ha marchado, forma parte de la memoria colectiva con sus dibujos siempre reconocibles y su humor, siempre agudo y elegante, que sostenía en sus lápices.

Esos sueltos trazos de caricatura expresionista se convirtieron en decorados teatrales y, por extensión, en paisajes de los platós televisivos. El talento de Mingote contribuyó lo suyo al programa de TVE más premiado, el Historias de la frivolidad, que en el convulso 1968 firmaron Ibáñez Serrador y Jaime de Armiñán, y con el que la televisión que dirigía Adolfo Suárez se puso un poco por encima de purpurina aperturista para camuflar una dictadura que empezaba a chirriar de anacronismos ante el mundo occidental.

Los nuevos tiempos, en la sociedad y en la televisión, se barruntan en la serie Este señor de negro, un intento por renovar la telecomedia a cargo de Antonio Mingote y Antonio Mercero, con José Luis López Vázquez en su bigotudo rol más inconfundible, feo, católico y sentimental, arrollado por los nuevos modos y las nuevas modas. Aquella serie de 1975 es un testamento del tardofranquismo y una cajita de recuerdos de una España que ya no era y que iba a dejar de ser. De los clasismos trasnochados y de las costumbres que iban sepultándose. El protagonista de Este señor de negro hablaba con el antepasado que, en un cuadro, presidía su salón. Un diálogo entre un pasado acartonado y un presente que no sabía por dónde le llegaban los tiros. Mingote era pasado venerable y un presente siempre al día. El futuro lo toman quienes cada día en una hoja de papel saben dibujarle al lector, con el café, una sonrisa, y regalarle una reflexión.

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