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José Ignacio Rufino / Economia&empleo@grupojoly.com

'Trichetatops' embiste en la periferia

La atonía del flujo crediticio y la caída del precio de la vivienda se realimentan con la subida del tipo del BCE

NO puede uno dejar de recordar de nuevo una máxima de la gestión de tesorería cubana, que hoy -quién lo iba a decir- es de aplicación en las empresas privadas y públicas de nuestro país, por no hablar de un creciente número de familias: "Por el dinero no te preocupes, que dinero no hay". El desfase de caja, algo natural en el devenir de las organizaciones porque pagan y cobran a ritmos distintos, se cubría de forma generalizada con pólizas de crédito tan ricamente hace cuatro o más años (O tempora, o mores: hubo un tiempo no muy lejano en que las empresas invertían puntas de caja superavitarias en letras y pagarés del Tesoro la mar de bien remunerados). Pero el crédito que deben dar los bancos -por ser consustancial a su negocio y por ser su función social- está parado cual caballo de retratista. Los bancos juegan hoy a captar depósitos y, paralelamente, a no dar crédito. Es decir, juegan con una sola mano. Tienen sus razones -la vigente crisis de la deuda; el susto del mundo con España, inducido en parte por las calificadoras de riesgo, y la reorganización del sector bancario nacional-, pero no deja de ser dejación de funciones. Lo mala que está La Cosa -ese monstruo de película cotidiano-, en fin, es la coartada perfecta para que no sólo quienes pasan dificultades, sino también quienes no las pasan tanto, alarguen sus periodos de pago, creando problemas no ya de liquidez, sino de supervivencia, sobre todo a los más pequeños.

También los ayuntamientos lloran: "No tenemos un puto duro", le dice Esperanza Aguirre a Gallardón, confiada de nuevo en que está off the record. Se la entiende bien. Puede que a la aguerrida Aguirre le guste decir tacos, y hasta los profiera con fundamento, y parece que no se lleva bien con los traicioneros micrófonos, pero el mensaje es claro: no hay dinero en la caja. Como todos se retrasan en pagar, nadie tiene la liquidez asegurada más allá de tres palmos financieros. Gallardón le responde entre sonrisas de plástico para flash: "Nosotros tampoco". La estrategia del alcalde -él, que puede todavía- es seguir endeudándose y haciendo obras y grandes proyectos: convertirse en un "demasiado grande para dejar que se derrumbe". De hecho, sigue dando vueltas de tuerca a la solvencia y a la liquidez de su muy central municipio, Espe dixit: "He visto que te vas a gastar 25 ó 35 millones de euros... Viene en el periódico. Menos mal que tenéis dinero, qué suerte tenéis". Pelusillas entre hermanos que saben uno del otro por medio del tendero. Gallardón no tiene un puto duro, dice, pero se lo fían: como hacían todos hasta hace unos años. Si hasta Obama contribuye a que no nos llegue la camisa al cuello, cuando menciona la posibilidad de bancarrota del imperio. No se puede uno fiar ni de su padre.

La subida de tipos anunciada por Trichet esta semana tampoco nos ayuda. Las asimetrías o brechas comunitarias son cada día más palpables, eso que se llamaba "la Europa de las dos velocidades" (probablemente son cuatro o cinco). A Alemania, Francia y otros más pequeños, pero incluso más prósperos, les conviene justo lo contrario que a nosotros. Subir los tipos combate su inflación y da serenidad a sus buenas perspectivas de crecimiento. En los suburbios, los efectos son los contrarios: lastra la salida del marasmo, y compromete las finanzas públicas y privadas, dificulta el flujo del crédito y encarece las amortizaciones de deuda pública, empresarial o privada. Cierto es que la subida del tipo del BCE no se traslada inmediatamente al Euríbor (que ya tenía descontada esa subida), pero la inercia es claramente a subir. Aunque en el fondo subyace un "bastante con que al final te rescato", Trichetatops dice que su trabajo es dar estabilidad a los precios… y los endeudados y los paralizados, que se busquen la vida. Puede que si los grandes pactos de Estado necesarios hasta ahora eran los del terrorismo o la corrupción, ahora lo sea el pacto contra la morosidad.

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