PROHIBIDO hablar de Turín en el vestuario del Sevilla y eso es bueno, que no conviene distraerse con mañana cuando no se ha resuelto lo de hoy. Y lo de hoy junto al viejo cauce del Turia lo tiene el Sevilla a mano, pero ya se sabe la carga azarosa que encierra este hermoso juego llamado fútbol y por muy superiores que sean los de Unai nunca es bueno hacer previsiones excesivamente optimistas, por lo que silenciar la capital piamontesa es bueno.

Estamos ante un nuevo Día D de un curso que está rematando de forma inimaginable. Este Sevilla que hoy holla Mestalla es muy superior a un Valencia que no termina de saberse si es carne o pescado. Antes con Djukic y ahora con otro criollo como Juan Antonio Pizzi, el Valencia, tan remodelado en el mercado de invierno, no está dando la talla y está claro que quien parte de favorito es este Sevilla coriáceo atrás y que cuenta con una verticalidad que da miedo.

El traspié de Bilbao, muy normal dada la campaña de los leones, debe quedar en el olvido y poner los cinco sentidos en esta cita de hoy bajo la luna de Valencia. El 2-0 de la ida debe bastar para que el equipo no se descomponga en ninguna fase de un partido que acabará antes de tiempo si, como suele pasar, uno de sus puñales hiere a los locales. No es un resultado que eleve a definitivo algo, pero la historia dice que dejando la puerta a cero como local hay mucho camino andado.

Luego está lo del avispero en que quieren convertir Mestalla tras el enfado por el arbitraje de Nervión, pero el Sevilla tiene el carácter suficiente como para impedir que jueguen los espectadores. Turín bien vale una misa y ese 14 de mayo en todos los almanaques está grabado a fuego en el corazón del sevillismo, pero se hace bien en el vestuario que tal nombre no se pronuncie en ningún momento. Valencia y sólo Valencia, he ahí la piedra que resta para un camino admirable.