La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Para esto no hemos hecho la revolución", dije, con retranca, al contemplar la entrevista concedida por Irene Montero, Ministra de Igualdad, a Vanity fair. Con esta frase, que quienes me conocen saben que acostumbro a soltarla con ironía cuando las vigorosas antítesis dejan de serlo para convertirse en mera inconsistencia, aludo no ya a los avances manifiestos que a lo largo de la historia ha procurado la izquierda, sino sobre todo a la revolución feminista, que arrancó con la ilustración y que en 1910 ya llenaba las calles de Londres. Nada de lo expuesto en fotos y declaraciones en esta entrevista invalida las medidas de provecho que se toman desde su cartera, pero choca de frente, en lo simbólico y en lo discursivo, con algunos principios de la lucha feminista. No me imagino a un periodista preguntándole a Luis de Guindos por las infidelidades de su pareja, sus hijos o si ha tenido relaciones sexuales con hombres. Tampoco me imagino al vicepresidente del Banco Central Europeo respondiendo a semejante interrogatorio. Esas cosas sólo nos las preguntan, con machismo recalcitrante, a las mujeres. Tampoco me imagino un pie de foto donde rece "De Guindos posa con un chaleco de canalé y botones dorado de Maje". La Ministra de Igualdad no puede consentirse entrar en ese juego. Como tampoco puede darnos a entender, a través de las fotos y las declaraciones, que el poder al que aspirar consiste en participar de la cultura creada por el varón y el capital, en el mundo tal cual nos lo han contado. No, esa no es la idea. Para eso no hemos hecho la revolución. Esto no hace más que dar armas a quienes reaccionan contra todo lo que huela a feminismo y a desafío a lo que está mandado. No lo digo yo, lo decía en 1941 María de Maetzu, por nombrarles a una intelectual española nada sospechosa de ser roja-bolivariana-social-comunista.
Lo que no me explico es que, entre las gentes de izquierda y feministas, la entrevista no provoque más escándalo que entre los conservadores. Por supuesto que nadie puede ser el guardián de las esencias, y que cada cual puede vivir, comer y gastar lo que considere mientras salga de su bolsillo. La ciudadana Irene Montero puede vivir, como cualquiera de nosotras, su "tumulto interior" y sus contradicciones. Pero las declaraciones de la señora ministra de Igualdad debieran estar a la altura de lo que representa. Ahí no caben concesiones: eso de que "lo personal es político" va en serio. Y es otra cosa.
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