DESPUÉS de ver las terribles imágenes que bajaban del Norte, con medio San Sebastián inundada, con el mar metido hasta las mismísimas entrañas de Ondarreta y destrozadas las barandillas del puente del Kursaal, y después de ver cómo el Cantábrico, en su furia, se tragaba a una persona que no se sabe qué coño hacía en aquel dique, los augurios se ennegrecen. No se sabe si es que lo peor está por llegar, pero los meteorólogos no anuncian nada bueno. Ya ni siquiera el tiempo se apiada de nosotros, tan habituados como estábamos a ver estas iracundias naturales sólo en los telediarios. Cuando estas reacciones de la Naturaleza eran simples tormentas no había temor como el que ahora despiertan tras cambiar de nombre y pasar a llamarse ciclogénesis explosiva, que es un palabro que mete mucho miedo en el cuerpo. Vaya tela cómo ha entrado febrero, qué majareta...
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